3/10/2012

Mrs. Robinson o mis capacidades limitadas de psíquica

Los días de sol están hechos para leer en la playa o en el parque. Con esta convicción me fui ayer con El tiempo es un canalla de Jennifer Egan al Parque de la Ciutadella convencida de que el mundo, a veces, es un lugar mágico y maravilloso.

Leí un rato, y, cuando me cansé, cerré el libro y me quedé tirada en el pasto con el sol de lleno en mi cara. En eso, un chico se sentó medianamente cerca y se puso a tocar la guitarra y a cantar una versión de un tema de Depeche Mode. No, Depeche en la guitarra no da, no hagas eso con Depeche, ¿un hippie tocando Depeche? ¿en serio? Tocá, no sé, tocá Simon & Garfunkel, tocá Mrs. Robinson. Y así mi cabeza seguía dándole indicaciones sobre que debería tocar Mrs. Robinson y algunos otros pensamientos tales como los pájaros y si no tendría que estar prohibido que una persona se pusiera a cantar en los espacios públicos, y si no era muy reaccionario estar pensando en la posibilidad de que tendría que estar prohibido tocar en la vía pública.

Y, en el medio de ese devenir de conciencia, el muchacho empieza a cantar Mrs. Robinson. Soy psíquica, soy psíquica, puedo conseguir que la gente haga cosas con solo pensarlo. Y ahí empecé a imaginar a determinadas personas haciendo determinadas cosas que ahora no viene al caso contar. Pero, claro, decidí que antes de continuar y cantar victoria, tenía que probar nuevamente mis poderes. Ahora, tocá Folsom Prisom Blues de Johny Cash, tocá Sweet dreams baby de Roy Orbison, tocá After hours de la Velvet. Ok, te la hago más fácil, tocá Black Bird de los Beatles. Nada. Siguió con una canción que parecía de Víctor Heredia.

Puesta a reflexionar sobre lo sucedido me di cuenta de que: o bien solo se trató de una casualidad; o estoy desarrollando capacidades de psíquica, pero voy lento; o, tal vez, tenía una única oportunidad en mi vida de lograr que alguien hiciera algo con solo pensarlo y gasté esa chance en que este hippie cantara Mrs Robinson. Sea como sea, lo cierto es que la magia dura poco.

Después agarré el libro, me alejé hacia un lugar donde casi no se lo escuchaba y seguí leyendo un rato más.