11/18/2013

Las despedidas (y la última Orsai)



Las despedidas me enferman, me trauman, hacen que me agarren diferentes dolores físicos, me angustian. No sé despedirme. Soy de las que sufren incluso cuando se despide de gente que no le importa. Si estoy en situación de viaje, soy capaz de emocionarme con el taxista que me llevó al aeropuerto solo porque compartimos una hora de nuestras vidas y él se queda en un país y yo me voy a otro. Algo más patético aún: puedo quejarme todas las veces que tengo que entrar a dar una clase a un grupo de estudiantes que no me cae muy simpático, pero, el último día, lamento no volver a verlos. Imagínense, entonces, cuando quiero a las cosas de las que me despido.

En cuanto a mi comportamiento en las despedidas suelo oscilar entre dos vías extremas y absurdas: o bien lloro de forma desmedida y soy completamente efusiva hasta que la otra persona se asusta y me ofrece clonazepam o similar, o bien, tratando de disimular el estado anterior, me despido con un simple chau y quedo como un fría de mierda. No hay forma de que yo pueda hacer una despedida equilibrada y sensata.

Teniendo en cuenta esto, que yo hable de la última Orsai, puede llegar a ser peligroso. Orsai fue una revista importante en mi vida, formé parte de su staff durante el 2012 y 2013, pero, en especial, es una revista que quiero mucho. Como la mayoría de la gente involucrada (escritores, ilustradores, editores y lectores) está fundamentalmente asociada con los sentimientos.

Como recurso clásico del último capítulo de la temporada me vienen falshbacks a la cabeza. Cuando le dije a Hernán que tenía una crónica que se llamaba “Todo lo que aprendí sobre el amor mirando comedias románticas” y, en realidad, era mentira, solo tenía un par de buenas ideas. Y Hernán me contestó a los cinco minutos: me interesa, mandámela. Y yo le dije: dame un par de días que la corrijo y me encerré a escribir en las bibliotecas de Barcelona en un enero frío. Cuando me propuso seguir colaborando. Un mail re lindo que me mandó Chiri en donde me contaba que había leído mi blog antes de que yo les mandara la primera nota y que había flasheado con eso. Las primeras ilustraciones de Ale Lunik, que apenas las vi me morí de amor.  Los chistes en las cadenas de mails con Hernán, Chiri, Altuna, Ale y María. Incluso los engorrosos, pero tan necesarios, mails amables con Cristina para poder cobrar en mi condición de argentina viviendo en Barcelona. Los correos de gente desconocida preguntándome si era verdad la historia del Chico Cubata y contándome cosas de sus vidas. Hasta algún pibito mala onda que decía: eh, esta mina es pariente del gordo, que si no, acá no publicaba…

¿Ven? Ya se asoma el lagrimón y es ahí donde me freno y prefiero quedar como una amarga. Tal vez, aprender a despedirse es encontrar la armonía entre el desapego y el amor. Pero creo que ya empecé a desvariar, así que dejémoslo acá.

Ahora se viene Bonsai. Está demás decir que deseo lo mejor para este nuevo proyecto. Seguro que va a ir todo bien. Me acuerdo de la anécdota que cuenta Hernán sobre Tom Sawyer. Él sabe cómo hacerlo. Siempre estaremos ahí, para pintar la valla de blanco.

10/08/2013

Un cuento con moraleja sobre la clase de Tae Bo

No me gusta el deporte y nunca me gustó. Era la típica alumna a la que le iba bien en todas las materias, excepto en gimnasia. A los diecisiete años, cuando terminé el colegio, me enganché con el yoga y encontré una variante que me cerraba, precisamente, porque le descubrí un sentido filosófico al ejercicio físico.

Pero coincidió con que estaba en Puán y el marxismo  me enseñó—o, por lo menos, fue lo que yo entendí en ese momento— que esa filosofía medio religiosa que hablaba de chacras y reencarnaciones era opio para los pueblos. Con lo cual, luego de recibirme de instructora de yoga, nunca más lo practiqué.

Estuve varios años sin hacer nada hasta que reincidí con el pilates. Me gustaba, tenía una onda yogui, de movimientos lentos y precisos. Luego, volvieron unos años de no hacer nada. Y así el calendario avanza hasta hace dos meses atrás en donde empecé…Tae Bo. De los que me conocen, ¿cuántos imaginan que yo podría hacer una clase de Tae Bo?

Les voy a dar la imagen de lo que sucedió hoy a la tarde. Sonaba Shoot to thrill, la canción más pergolinesca de AC DC. Y el sonido de esa canción me súper motivó y empecé a dar piñas y patadas coreografeadas a su ritmo. Y era furia y felicidad que brotaban al mismo tiempo toda junta. Fue alucinante en colores.

¿Inimaginable, no? Yo, AC DC, patadas y disfrutar todo en una misma frase no parece real. ¿Debería preocuparme? ¿Algo extraño está pasando dentro de mí? Puede ser.

Lo único que sigue intacto es mi amor absoluto por Robert Downey Jr. (digo, me acordé por la canción). Lo amo por esa capacidad increíble que tiene de transformar su propia oscuridad en personajes cool y hacerse millonario con eso. Gracias, Robert, por la magia. Ah, y también lo amo porque, como dice una de mis frases preferidas del saber popular: “está más bueno que comer pollo con la mano”.

Pero ¡momento!, me olvidaba de la moraleja. Y es esta: a veces salirte de lo que pensás que sos, te causa mucha felicidad. Por ahí no te quedás ahí para siempre, no tiene por qué ser nada revelador, por ahí te sirve para divertirte un rato. Pero está bueno divertirse. Y después…bueno, después no sé lo que puede pasar.


9/09/2013

Soy una escritora fantasma y es hora de contárselos

Como todos saben me fui a Barcelona a hacer un máster en escritura creativa, pero lo que me une con esa ciudad es otra cosa: el amor. Pero ya lo decía Calamaro, no se puede vivir del amor, así que tenía que encontrar una manera de subsistencia. He hecho muchas cosas, pero, por ahora, voy a contarles solo una.

Desde hace varios meses soy escritora fantasma. En efecto, soy de esas personas a las que se les paga por escribir cosas que se publican con nombre de otro autor. Me encantaría contarles todo: de qué se trata el proyecto, qué pienso yo sobre lo que escribo, cómo son las pautas de trabajo. Pero, obviamente, no puedo hacerlo. Así que me limitaré a contarles una sola que me da vueltas en la cabeza desde anoche.

Pero antes necesito comentar otras cosas.

Se va a cumplir un año que terminé el máster. Fue una experiencia genial, con algunos profesores muy buenos y otros más desagradables, pero, sin duda, lo mejor de todo fue escribir una novela bajo la tutoría del increíble Juan Villoro. Juan es ¿cómo explicarlo? Me gustaría hacer una descripción que le hiciera justicia, pero voy a limitarme a usar palabras de este mundo. Juan es un escritor excelente, un profesor excelente, una persona excelente. Espero que sea humano.  Y, como podrán imaginar, fue un tutor…excelente.

En el 2012 también sucedió algo maravilloso: participé en varios números de la revista Orsai. Recibí mensajes de gente que no conocía hablándome de las notas. Fue muy divertido.

En el 2013 volví a Orsai. Y otra vez tuvo su repercusión.

 Cada vez que escribo un texto para mi blog tengo unos cien lectores lo cual no está mal.

En este último mes de agosto me publicaron dos textos muy lindos. El primero sobre la serie Dates en la revista Paco (pueden leerla aquí). Al lunes siguiente llegó Una lectura íntima de Madame Bovary en Literofilia (aquí).

Y ahora llega la infidencia que quería contarles y las estadísticas que golpean en mi cabeza.

Mis textos como escritora fantasma tienen entre 1500 y 2500 likes por día. Súmenle a eso toda la gente que los lee sin poner nada.

Los textos que escribo para mi blog con muuucha suerte alcanzan los 30 likes y la verdad es que me pone feliz, porque son espontáneos y tampoco pretenden revolucionar nada.

La novela que escribí, de la cual Juan Villoro escribió en el informe final cosas como:

"Ingeniosa, provocadora, desenfadada, la escritura de Stucchi avanza con frases epigramáticas para revelar los avatares de Morgana, guionista de televisión que pasa un tiempo en Barcelona y vive catastróficos romances.

Astuta comedia de equivocaciones, metaficción donde la realidad y su representación resultan ser lo mismo, Punto medio tiene asegurado un público como el que asiste a las películas de Woody Allen o disfruta de series como Seinfeld. Las referencias cinematográficas y televisivas se imponen como forma de valoración de un libro que es deudor de esos discursos."

la leyó (como mucho) diez personas. Es verdad que no me moví lo suficiente. También me pasa que no me divierte mucho la tarea de buscar editores. Pero ese es otro tema.

Lo que me desvela desde anoche son los números.

Soy un fantasma.


7/01/2013

Rupturas amorosas (O “lo que hiciste en mí no tiene perdón”)



—Es terrible. Y no se hace cargo. Y no quiere juntarse a hablar. Y lo peor es que sé que no hay otra. Estoy segura de eso. Solo que no tiene los huevos para venir y dejarme. Si por lo menos hubiera otra, lo entendería o me ayudaría a sacármelo de la cabeza—me dice mi amiga.

—¿Te parece? No es tan terrible. Los muchachos nunca se caracterizaron por ser muy valientes a la hora de hablar. Take it easy—le digo y me acuerdo de la canción de Charly que dice: "lo que hiciste en mí, no tiene perdón".

—Claro para vos es fácil. Vos me lo decís porque estás en pareja— se enoja peor de lo previsto.

Uoo, uoo, uoo, uoo. Tranquila. Yo lo digo por tres motivos:
  1. Para calmarla.
  2. Porque no creo que la pareja sea ninguna panacea que ponga en un estado de felicidad que impida entender un desengaño amoroso.
  3. Porque todos hemos pasado por una separación y nadie que yo conozca ha muerto en el intento.
Sin embargo, me empiezo a dar cuenta de la graaaaan cantidad de gente que conozco que se está separando en estos días. Mucha. ¿Será la edad? Puede ser. También están todos los casos que deberían separarse y no lo hacen, pero esos dejemos que vivan en su limbo de fantasía.

De escuchar tantos relatos de distintos casos de gente que se separa tuve como una especie de pensamiento. Escuché de todo y a gente muy diferente entre sí y sobre casos también distintos: hombres, mujeres, con hijos, sin hijos, infieles, fieles, de relaciones largas, de relaciones cortas, de relaciones apasionadas, de relaciones frías. De tot.

Hubo algo que confieso me dio escalofrío, aunque suene Heide. Hace unos días tuve en mis manos un acta de divorcio. Nunca había visto una.¡Qué fuerte que me resultó!

Lo primero que se me cruzó por la cabeza es que la parte demandante, muchas veces en su vida, le habrá dicho a la parte demandada: “te amo”. Sé que suena ingenuo lo que digo, pero ver el fin del amor en lenguaje legal me pareció escalofriante. El famoso unheimlich de Freud estaba en ese escrito.

Pero, bueno, estábamos acá por otra cosa. No se preocupen demasiado tampoco: también conozco mucha gente que se enamora y se quiere y se van a vivir juntos y esas cosas. Pero vamos a eso que dije que se me dio por pensar.

Les decía, escuché toda clase de discursos con distintos tonos, de distintas procedencias, en distintas circunstancias. Sin embargo hay algo que los unifica a todos. ¿Saben qué?

Absolutamente todos hubieran preferido que las cosas hubieran sido diferentes a lo que les tocó. Es decir, si fue por una infidelidad, se indignan. Pero si no hay terceros, desean que los hayan, “para poder cortar de una vez”. ¿Demasiada pasión?, qué suerte que tienen los que son más calmos. Pero si fue muy racional, es un/a frío/a de mierda que no tiene sentimientos. Si hay hijos de por medio, es que lo voy a tener que ver toda la vida, dicen con pesadez. Si no hay hijos, ¿es que acaso no nos vamos a ver nunca más en la vida después de todo lo que nos quisimos?

El fin del amor es algo triste y debe ser por eso que siempre decimos “ojalá que hubiera sido de otra manera”.

Después el tiempo pasa y la etapa del bolero se acaba y uno/a se termina haciendo amigo/a de la persona en cuestión, o, directamente, le chupa un huevo y le desea felicidad y que le vaya muy bien. La mente humana es algo muy extraño.

5/06/2013

La novela familiar del neurótico (o de la neurótica)



Yo sé que normalmente que alguien te cuente un sueño es un coñazo (ay, dios, se me pegan las palabras de la madre patria). Ya lo he dicho en este blog en alguna otra oportunidad. Lo que pasa es que ahora que mi querido analista está tan lejos, no me queda otra que contar el contenido loco de mi inconsciente por aquí.

El viernes a la noche soñé. Estábamos en una reunión familiar de las de antes, de cuando yo era pequeña. Es probable que la mayoría de la gente que estaba, en la actualidad, ya esté muerta. Estaba mi abuela, mis padres, unos primos de mi abuela, etc, etc. Creo que era un cumpleaños. Entonces mi abuela daba un discurso.

Antes de seguir debo aclarar que mi abuela era una de esas personas que le daba mucha importancia a la familia. Era hija de italianos. Siempre hablaba de “la sangre”. Gente de tu misma sangre. Lo que ella no sabía es que la sangre siempre te traiciona. Supongo que no lo sabría porque no llegó a ver el primer capítulo de la última temporada de los Soprano. 

Mi abuela daba su discurso y empezaba diciendo que no hay nada más importante para una mujer que ser madre. Entonces yo ahí me hinchaba un poco las pelotas, no porque tenga nada en contra de ser madre, sino porque me parecía medio choto su discurso sobre la maternidad. Pero…

De repente todo cambiaba de signo. Como enseña McKee que hay que hacer en las escenas de los guiones. Y entonces mi abuela confesaba públicamente que el que decía que era su primo, en realidad, era su hijo.
(Algo falso en el mundo real, porque ese primo que confesaba como su hijo en mi sueño, en la realidad, tenía nueve años menos que ella)

Toda la familia se indignaba. A todos les parecía una atrocidad. Y yo me ponía feliz. Y me daba cuenta de que era la única que se ponía feliz. Y decía: al fin, mi abuela, dice algo interesante en su vida.

Me desperté y me reí un buen rato. En un análisis simple (y publicable) entiendo que lo que yo valoraba y disfrutaba era el secreto familiar revelado. Es decir: ¿vieron que en TODAS las familias siempre hay algo que se oculta? Una especie de secreto a voces -porque todos lo saben- y todos se hacen los boludos. 

Bueno, yo celebraba (en mi sueño) que alguien contara ese secreto. (Insisto, mi abuela no era la madre de su primo, ustedes saben que el contenido manifiesto de los sueños nunca es lo que es.) 

Mi sueño, para el que, más o menos, me conoce, es bastante simple de analizar. Me gusta la gente que cuenta sus secretos, sus errores, sus miserias. Y en especial, me gusta la gente que se hace cargo de todo eso. Y me aburre la gente que solo cuenta sus méritos, sus logros, sus grandes momentos. No porque no los celebre (me encanta que a todos nos vaya bien) sino porque lo perfecto me parece falso. O, mejor dicho, porque lo perfecto es falso. 

Fue divertido saber que en algún mundo (el de mi inconsciente) hay alguien que contó algo que no se debe contar. Una de las definiciones que más se acerca a lo que yo creo que es la literatura. O, como mínimo, una de las maneras más  entretenidas de pasar una fiesta familiar.

5/04/2013

Mark Zuckerberg nos volvió adolescentes tardíos a todos



Estoy preparando un curso sobre adaptaciones cinematográficas.  Por eso volví a ver The social network, una película que había visto con mi amigo Lucas en el Cinemark de Palermo creo que el mismo día que se estrenó en Argentina. Recordaba algunas cosas: el diálogo del principio, el supuesto despecho de Mark y las entradas de su blog, los gemelos remadores, la traición, la canción final de los Beatles.

Volver a ver la película me llevó a la misma conclusión de siempre: Mark nos volvió adolescentes tardíos a todos. Ya no hablo de mí, que soy bastante inmadura, sino de gente grande y seria que va mostrando sus fotos, sus sentimientos y su intimidad a través de las redes sociales.

Una amiga el otro día me contó que se metió en el correo de su novio-no novio (primera digresión: esto de las relaciones modernas es muy complejo para definir quiénes son las personas). Yo le dije: ¡nunca hagas eso!, pero era tarde porque ya lo había hecho. (segunda digresión: si ustedes supieran la cantidad de gente que a mí me ha contado que se metió en la intimidad virtual de otra persona, no lo creerían) Bueno, la cuestión es que le miró los mails. Ella dice que no buscaba nada de otras mujeres porque no tiene dudas sobre eso, sino que buscaba algo para poder entenderlo porque no lo entiende. Yo le dije que por qué no le hablaba y ella me dijo que le habla, pero que es él el que no habla, el que no cuenta qué le pasa. ¿Qué descubrió? Que el pibe borra sus mails. Me dice: tiene mails de todo el mundo, amigos, trabajo, familia, solo borra las publicidades y mis mails. No tiene espacio para mí, ni siquiera en su correo. 

Pocos días antes un amigo me había contando que llevaba una semana sin entrar a internet. Ni siquiera los mails. ¡¿Ni siquiera los mails?! Sí, ni siquiera los mails. Y que estaba feliz escribiendo a mano con cuaderno y lapicera. Me dice: me di cuenta de que estaba pendiente de cuánto tardaba una persona en responderme, porque si la veía conectada sabía que ya lo había leído o si era mensaje de FB me aparecía como “visto”. Mi ego se empezó a medir por la cantidad de “me gusta” que me ponían. Necesitaba un tiempo de abstinencia.

Demonizar FB tiene algo parecido a aquella época en que estaba tan de moda decir que Micky Mouse y el Pato Donald eran los máximos representantes del capitalismo salvaje e inculcaban esa ideología a los niños. Es decir, tiene algo de verdad y algo que, si se limita a un análisis simplón, suena medio pelotudo.

Zuckerberg, como Dios, nos hizo a su imagen y semejanza. 

Para seguir charlando sobre el tema, nos vemos en FB.

1/08/2013

Los amigos con derechos o folla-amigos



Ayer me junté a cenar con un amigo. Aclaro que el muchacho no tiene ni veinte, ni treinta años. Tiene cuarenta y tres. Se separó hace poco más que un año y tiene dos hermosas criaturitas de cinco y nueve años que lo vuelven loco y le sacan el sueño. Pero no voy a hablar de sus hijos, sino de lo que me contó anoche. Resulta que, a los dos meses de separarse, estaba “liado” con una chica un poco más joven que él, sin hijos. Resulta que se lo pasaban de puta madre juntos. Resulta que tenían muy buen sexo, algo que él necesitaba, después de tantos años de sexo matrimonial. Resulta que después de siete meses de estar juntos, la muchacha se enojó porque no le dedicaba tiempo suficiente y él la mandó a la mierda. Y ella se enfadó muchísimo y le empezó a mandar whatsapp, preguntándole, casi en tono de bolero, cómo hizo para destruir el amor que habían construido.

Mi amigo me dice: jo no entenc a les dones (me habla siempre en catalán, me vuelve loca) Me dice: yo siempre le aclaré que no estaba en un momento para una relación, que no tenía nada qué ofrecer, por qué se enfada tanto. Yo lo escucho e intuyo que, como suele suceder, los dos tienen algo de razón. Entonces, indago, en mi carácter de analista trucha y amateur. La cosa es así: él fue sincero, le dijo que no quería una relación, pero le hablaba casi todos los días, le decía cosas hermosas y la veía todas las semanas. La eterna lucha entre los hechos y las palabras. Si te digo no quiero verte pero te veo, ¿cuál es la verdad? Yo los entiendo a los dos, de verdad.  Pero me queda una duda, por eso escribo este texto. 

Todos sabemos que, como mínimo, el primer año es de prueba. Igual que cuando uno compra un electrodoméstico y le dan un año de garantía. En ese sentido, yo digo: ¿por qué no decir, ok, sí, tuvimos una relación de siete meses, pero yo, de verdad, no quiero seguir a más? ¿Se siente liberado de responsabilidad solo porque dijo “yo no quiero una relación”? ¿No es mejor hacerse cargo y decir: sí, estuve, y ahora ya no quiero estar? No sé, yo lo quiero mucho a mi amigo, pero hay cosas de la vida moderna que no logro comprender. No se lo dije el otro día porque no era el momento, pero la próxima vez que lo vea se lo voy a decir a ver qué piensa él. Después les cuento.