12/20/2014

El hombre que escucha Sun Ra

Estaba sentada en un bar de Villa Crespo completando unas planillas de un curso que estoy dando y como siempre me puse a escuchar las conversaciones ajenas. No pasaron más de dos minutos cuando perdí todo el interés en la tarea que estaba haciendo y me quedé capturada por esas dos chicas de aspecto palermitano que tendrían más o menos mi edad.

Una le contaba a la otra que había cerrado el Tinder porque se sentía vacía. Tengo miles de tipos para salir, pero sabés qué pasa? Salimos, me llevan a lugares maravillosos, me pagan tragos, lo paso hermoso y al otro día me siento vacía. No quiero eso para mi vida, no quiero estar a un click de que pasen de mí.

La amiga (tal vez con ganas de salir con muchos señores también, aunque esto es solo una conjetura personal) le decía que aprovechara, que disfrutara de los buenos momentos, que hay minas que no salen con nadie. Vos tenés todo el tiempo un tipo copado al lado, valoralo.

Sí, pero son reemplazables, ya no sé por cuál de todos lloro.

Me pareció que se daban cuenta de que las estaba escuchando, entonces fingí más concentración en mis papeles, mientras me tomaba un trago de mi limonada con menta y jengibre.

Bueno, no te conté toda la verdad. Hay un último chico Tinder. Bah, en realidad, hay cinco de los que tengo los teléfonos, los puedo llamar y salir y coger pero no lo voy a hacer. Pero hay un último chico Tinder, aunque no sé si contarte.

Dale, contame.

Por favor que le cuente, por favor que le cuente, rogaba yo, ya más interesada que en un capítulo de Girls.

Empezó como uno más, hablando de lo mismo, esa sensación de cortar y pegar, a todos le decís lo mismo y todos te dicen lo mismo. Hasta que me plantea el uso que hace la gente de Tinder, como que las personas son todas intercambiables. En el momento me hice la boluda, le cambié de tema, pero después me quedé pensando. Fue como una intervención psicoanalítica lo que me dijo, me revolucionó por dentro. Entonces empecé a entrar a Tinder y vi que el pibe estaba todo el tiempo conectado. Supuse que eso que él criticaba era en realidad lo que él hacía. Seguimos hablando y me dice que le gusta mucho Sun Ra. Resulta que cuando yo tenía veinte años, hace un siglo ya, estaba en Uruguay y me crucé con una especie de adivino por la calle. El adivino me agarró de la mano y me tiró un par de cosas sobre mi personalidad imposibles de creer. Y luego, me dijo que tenía que buscar al hombre que escuchara Sun Ra. Yo, en ese momento, ni sabía qué era Sun Ra. Imaginate que en todo este tiempo nunca fui conociendo flacos averiguando si les gustaba Sun Ra. De hecho, hasta me había olvidado de eso. Me volví a acordar ahora, cuando el último chico Tinder me dice que Sun Ra es su punto G. Porque lo dijo así, dijo que Sun Ra es su punto G.

No te la puedo creer, que flash, le decía la amiga, que se podría haber jugado con algún comentario un poco más sofisticado.

Yo, desde mi mesa, estuve a punto a pararme y de decirles, perdonen, no pude evitar escuchar, quiero participar de esta conversación, pero me contuve.

Es que no fue solo lo de Sun Ra. Fueron las cosas que hablamos, lo desconcertante que me parece el pibe, me cuesta sacarle la ficha. Me descoloca.

¿Y qué vas a hacer?

Voy a tratar de confiar. Voy a decirle la verdad. Voy a eliminar todas las estrategias de conquista. Le voy a decir que me siento vulnerable y que quiero que me parta la cabeza.

Pará, le dijo su amiga.

Sí, pará, pensé yo.

Andá con calma. Es muy flashera la historia, pero fijate, date tiempo para conocerlo. Fijate qué va haciendo, cómo es.

Tengo mucho miedo.

No tengas miedo, andá conociéndolo con calma.

No puedo. Estoy quemada. Si es, que sea así, sin estrategia, sin especular. Y si se asusta o no quiere, que no sea.

Acordate que los hombres nunca saben lo que quieren, que son cagones, que hay que darles tiempo.

No quiero más pensar en el miedo de los hombres. Que sus miedos los solucionen ellos. Ya le conté la historia de Sun Ra y no la podía creer. Ya me expuse a decirle demasiadas cosas. En realidad, ya le dije que me sentía vulnerable, sabés cómo le dije?, le dije que me sentía una nena en camisón, imaginate yo decirle a un tipo una cosa así. También ya le dije que quería que me parta la cabeza.

¿Y él?

Y él responde que está de acuerdo con lo que le digo, que me olvide del miedo y me manda corazones.

La conversación siguió un rato más, pero se volvió repetitiva. Hay una tendencia en las charlas femeninas que es volver a decir una y otra vez lo mismo, como si al repetirlo las palabras se volvieran más precisas. Lo decimos de vuelta como si así quedara más claro o como si así fijáramos el sentido que nosotras queremos que tengan las cosas.

Es imposible, ahora mientras escribo, no caer en todos los prejuicios que nos impone la Realidad y la Razón: esa chica se está equivocando, esa chica quiere creer, el pibe debe ser un loco inestable adicto al tinder que por momentos busca salir de esa rueda y no puede y se pone a hacerle planteos a desconocidas. Si aumentamos la dosis de lugares comunes podemos pensar que se trataba de esos falsos místicos de Palermo que buscan un sentido en señales del más allá. ¿Alguien puede encontrar al hombre de su vida en Tinder? Suena poco probable.

Como saben todos los que me conocen, yo creo que el amor es algo que se construye día a día, con presencia, con conocer al otro. Desconfío de esos fulgores mágicos que “parten la cabeza”. Como decía Oscar Wilde, la diferencia entre un capricho y una pasión eterna es que el capricho suele durar algo más. Sin embargo, hubo algo de esta historia que me atrapó y me dio ganas de escribir y, no voy a mentirles, me dio ganas de que se haga realidad. Al igual que versaba el poster de Fox Mulder: “I Want to Believe”.

Lo que más lamento es que nunca voy a saber cómo terminó. Pensé en escribir un cuento, pero no lo hice porque no sabía qué final ponerle. Si hago que la muchacha tenga un encuentro feliz con su hombre Sun Ra, sería un cuento de hadas. Si hago que el hombre Sun Ra de repente le deje de hablar sin explicación y se transforme en uno más de los reemplazables, sería una historia muy triste. Tiene que haber otra resolución posible que en este momento no se me está ocurriendo. Prometo que lo voy a buscar y si encuentro un final alternativo a esos dos, escribo la historia.



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