2/10/2012

En los últimos días tuve la suerte de ver películas que me gustaron mucho o me interesaron por algo

Tengo una buena racha. Hacía tiempo que no me pasaba esto de ver cinco, seis películas seguidas que me parece que están buenas o que, por lo menos, tienen algo destacable.

Los descendientes: EXCELENTE. La vi una sola vez. Con esto quiero decir que necesito verla un par de veces más para terminar de definir mi primera impresión. Pero así, de una, en el cine, me encantó. Clooney está perfecto (quiero que le den el Oscar). Es el tipo de películas que me gustaría escribir a mí. Situaciones en apariencia terribles en tono de “comedia”. A mi entender, como la vida misma.

50/50: es un hecho, si Seth Rogen está implicado de alguna manera en una película, ya es garantía de que, como mínimo, me va a gustar. Esta me encantó. Cuatro buenas actuaciones: Joseph Gordon Levitt, Seth, Anna Kendrik (la chica de Up in the air) y Anjelica Huston (ay, cómo te amo, Anjelica). Joseph Gordon Levitt es un pibe sano y contenido que se entera que tiene un cáncer terminal. Lloré, me reí, me identifiqué con todos. Sí, la disfruté mucho. Genial el momento en que le tiene que contar a la madre que tiene cáncer y no sabe cómo hacerlo y le pregunta: ¿Viste La fuerza del cariño? Seth Rogen es el amigo que se aprovecha diciéndoles a las chicas que su amigo es enfermo terminal para garchárselas. No cuento más. Me hizo pensar en miles de cosas, déjenme digerirla un poco más y sigo escribiendo después sobre esta.

Beginners: y seguimos con el cáncer. Lo primero que hay que decir de esta peli es: por favor, TODOS los premios que existan en el mundo para Chritopher Plummer. Decir que está perfecto es poco. Un padre que a los setenta y cinco años se asume gay, después de cuarenta años de matrimonio, cuando su mujer muere. La peli empieza con la muerte del padre. Y el hijo que intenta resolver su vida amorosa tratando de asimilar la historia de la pareja de sus padres. “Uno espera toda la vida encontrarse con un león. Quiere un león. Y un día se encuentra con una jirafa. Y se queda con la jirafa”.

Paul: la quería ver hace mil y después me olvidé. El gran Greg Mottola (lo amamos!). Bueno, qué decir. Un extraterrestre con la voz de Seth Rogen, dos frikis ingleses fanáticos de los comics, y ella, la maravillosa Kriten Wigg (tengo que escribir sobre Bridesmaids, próximamente). Diversión.

Observe and report: Seth Rogen, una vez más, soy una enferma, me hice adicta a Seth. Al lado de todas las anteriores no es tan genial. Pero tiene momentos y un humor muy negro y adorable. La entrevista de él con la psicóloga o las conversaciones con la madre alcohólica. Les juro que hay momentos en que te angustia y mucho, cuando se supone que te tenés que estar riendo.

Veánlas y si lo hacen y tienen ganas, cuénteme que les parecieron.

2/07/2012

Melania escritora

Me gustan muchos tipos de literatura. Tengo una formación académica muy fuerte con una clara delimitación entre lo que “es” literatura y lo que “no es” literatura. Incluso en los casos más modernos y posmodernos ese límite está marcado con rojo. Lo que se considera posmoderno para la academia (esa supuesta mezcla de lo alto y lo popular) es un constructo teórico que se alimenta de ficciones populares, pero cuyo resultado es tan impenetrable como la alta literatura (en especial, para la gente que solo consume literatura pop). No obstante, en lo personal, puedo disfrutar de esta “literatura para literatos”, incluso mucho más que de un best seller al estilo El código Da Vinci (y todo este tipo de best sellers que no leo, no porque lo considere malo ni fácil de hacer, ni ninguno de los clásicos lugares comunes, sino porque, simplemente, me aburre y no me interesa). Pero ninguna de estas dos cosas es lo que yo quiero hacer con mi escritura.

Que la forma significa ya lo dijeron hace mil años. Ya dejó de ser un descubrimiento.

En mi camino personal, como escritora, creo que hay encontrar una manera nueva de contar historias. Lo que más me interesan de las ficciones son los personajes. Le puedo perdonar todos los errores a una narración si me enamoro de sus protagonistas. No, no busco volver a la novela decimonónica. Estoy segura de que no se trata de eso. Pero me gusta que pasen cosas y entender la psicología de los personajes. Me encantan las observaciones incisivas y cuando en lugar de decírmelo me lo muestran, y, por eso, pretendo lo mismo cuando escribo.

Me gusta el humor, la aparente sencillez y cierta frivolidad. Aunque a veces me da miedo que por eso recaigan sobre mis textos lecturas reduccionistas. También supongo que eso no voy a poder controlarlo.

Si tengo que nombrar ejemplos empezaría con Hablando del asunto de Julian Barnes y Nueve cuentos de Salinger. También El curioso incidente del perro a medianoche de Mark Haddon. En español, Llamadas de Amsterdam de Juan Villoro y Los siete locos de Roberto Arlt. Hubo una época en la que no paraba de leer a César Aira. Y, de mis contemporáneos argentinos, Pedro Mairal y Fabián Casas.

Muchas veces digo que me gustaría ser la versión femenina de Nick Hornby, que no es hacer chic lit, sino, creo, todo lo contrario. Sex and the city me parece un buen libro de crónicas, pero no me interesa demasiado. De Hornby me gusta la capacidad de mostrar el comportamiento humano patético en situaciones extremas. Y la música y las listas, claro.

Tengo un particular interés en la autoficción, creo que voy a terminar fabricando un personaje de mí misma. Woody Allen es mi ejemplo preferido. Por supuesto me dan un poco de miedo las consecuencias. Me imagino un escenario kafkiano en donde se me juzga a mí por mis personajes. Pero cuando empiezo a pensar eso creo que ya me transformé en mi personaje. De hecho hasta en mi propio facebook hice un personaje de mí misma (aunque en esto no difiero del resto) en donde por lo general nunca hablo en serio y escribo cosas un poco tontas y cotidianas. Ojo, no hago una apología de la boludez. Perdón, pero me molesta la gente boluda. Una de las cualidades que más valoro (incluso de manera inconsciente) es la inteligencia. Cualquiera que conozca a mis amigos sabe que son gente híper culta, talentosa, brillante. No es que tampoco presuma de eso. Es así, no le demos más vueltas. En todo caso, mi ejercicio con FB, a veces, es un proyecto personal de escritura y tiene un objetivo: perder el miedo a mi propia estupidez. Creo que es necesario (o, por lo menos, lo es en mí) para poder crear. De alguna forma, es como para un actor desnudarse en público, no es que sea imprescindible, pero, le sirve de entrenamiento.

¿Qué quiero logar con todo esto? La respuesta no es original, pero sí genuina: que el que lea mis historias disfrute, se sienta mejor (la literatura corrige la vida) y tenga esa sensación orgásmico-intelectual que yo tengo cuando leo a otros. Generar emociones. Es más ambicioso de lo que parece.

2/06/2012

El día en que le propuse casamiento a un italiano por la calle

Hay un sol increíble. O tal vez lo veo de ese modo, después del frío siberiano y la lluvia de los últimos días. O porque mi computadora ya no está rota, nuevamente la tengo sana y recuperada. En definitiva, todas las sensaciones son por contraste.

Voy camino a la universidad, así, como me siento a veces acá en Barcelona, sabia, iluminada, feliz. Estoy llegando tarde, camino rápido. A la altura del Parc de la Ciutadella, pasa una bicicleta con un chico morocho, muy lindo, nariz prominente (sí, mi fetiche, ya lo sabemos) que hace lento el pedaleo y me pregunta si sé dónde queda el paseo de Sant Joan. Si es el que yo creo, pienso, por allá, por Gracia, estás muy perdido. Sin embargo, mi boca responde algo distinto. Debe ser una de las cualidades de la felicidad, decir, sin pensar, lo primero que te pasa por la cabeza.

No tengo idea, pero podría casarme con vos y averiguarlo.

¿Quién puso esas palabras en mi boca?

El italiano (en unos momentos me voy a enterar de que es italiano) avanza un poco y frena. Tiene las zapatillas All Star, el modelo que usaba Kurt Cobain. Me río y empiezo a mirar para abajo. Sí, soy argentina, sí, me encanta esta ciudad, sí, me estoy muriendo de la vergüenza. Aunque esto último no lo digo es lo más evidente.

Él está de visita, la bicicleta se la prestó un amigo que vive acá, habla bien español porque estudió durante dos años y estuvo en Argentina en el 2009. Conoció Buenos Aires, Salta, Jujuy y Mendoza.

Llego tarde a la universidad, perdoname. No, el móvil, no. No tengo. Te voy a ser sincera, soy una persona comprometida. Perdón, cuando pasaste en la bicicleta se me escapó el pensamiento.

Mientras lo veo alejarse pienso en el chiste del viejo, ese que corre mujeres, pero que cuando las alcanza ya no se acuerda para qué las perseguía. Voy riéndome en el trayecto que va desde el cruce de esa especie de tranvía hasta la puerta de la Pompeu, en donde vuelvo a la realidad.

¿Yo de verdad hice esto hoy a la tarde? Pero, no, ¿ustedes están locos?, ¿cómo van a creerse una cosa así? Me lo imaginé, me inventé un cuentito, a partir de que un italiano hermoso me hizo una pregunta por la calle. Bueno, creo que una vez, también, le pasó a una amiga.