12/29/2011

El detalle que vuelve personaje a la persona

Miles de libros sobre guion explican cómo dar vida a un personaje o la importancia de que éste sea tridimensional. El concepto de tridimensionalidad supone evitar caer en lugares comunes o estereotipos. Muchos insisten en la investigación, observación y elaboración de una biografía completa. Son los tres puntos principales para lograr un personaje realista, o, por lo menos, intentarlo.

Sin embargo, yo creo que el gran secreto está en los detalles. En definitiva, las personas reales, con todas nuestras contradicciones y locuras propias, tendemos a ser un lugar común bastante aburrido. Por eso, esa construcción, si bien se nutre de la realidad, necesita de magia. Se trata de captar ese rasgo literario que tiene la vida cotidiana. Por ejemplo, hace unos meses me junté con unos amigos que la noche anterior habían estado en una fiesta. Me acuerdo que era un domingo de sol y, mientras tomábamos café, me empezaron a contar de una pareja que no había ido porque nunca quería salir de casa. Trabajaban, iban al supermercado, y alguna otra actividad básica. Si alguien los invitaba a una salida ociosa, siempre encontraban una excusa para no ir. Hasta ese momento del relato todo parecía anodino. No había historia, ni nada. Pero, de repente, me cuentan el detalle: cada uno de ellos tiene su propia playstation. ¡Ahí está! Ahí se volvieron tridimensionales, ahí los pude ver, pude imaginar su casa, sus costumbres, la frecuencia de sus relaciones sexuales, el tipo de vínculo que los une, absolutamente todo lo que les pasa. Me alcanzó con el detalle de saber que en una casa en donde vive una pareja de treintañeros, que nunca quieren salir, hay dos playstations, una para cada uno, para verlos “como en una película”.

Todo esto lo recordé hace unos días por algo que me sucedió. Tengo un amigo que bien podría ser un personaje de Rumble Fish de Coppola o de alguna de las primeras película de Scorsese. O de una canción de Bob Dylan o Lou Reed. Trabaja en un bar, sale todos los días, se emborracha, te llama a las cuatro de la mañana como si fueran las tres de la tarde, no se acuerda de lo que hizo la noche anterior, ni por qué le pegó a un tipo al que le rompió la cara. Para la afamada tridimensionalidad, podría sumar que es un hombre que tiene dos carreras universitarias, que habla cinco idiomas, que de repente te explica las diferencias de pronunciación (y utiliza el término "alófono") entre el alemán del norte o del sur, o te cita Rojo y Negro de Stendhal para ejemplificar algo que dijo. Pero, si alguien me hiciera toda esta descripción, todavía no lo vería como personaje.

Entonces, sucede. Vamos a salir a beber unas cervezas por ahí (claro, qué otra cosa hacer con él más que emborracharse y hablar) y yo tengo el pelo mojado. Me lo estoy secando, y él me mira con reprobación y me dice: pero, ¿qué haces? Se cuelga el cigarrillo entre los labios, agarra el secador y empieza a peinarme. Puesto en una hermana mayor que te enseña a arreglarte o en una amiga que estudia diseño de indumentaria y le gusta probar estilos con las mujeres que conoce, ese gesto es algo común. Hecho por él, se vuelve ficcional. Después me critica lo mal que utilizo la planchita y, ante mi burla de sus saberes estilísticos, me responde que es física pura. Además, el peinado me queda perfecto, mejor que nunca. Salimos y, caminando por Escudellers, nos encontramos con una amiga que me pregunta si fui a la peluquería, porque tengo el pelo muy lindo. Me río y le digo que solo cambié la forma de peinarme, ahí está el secreto. Aunque todo esto que cuento ya es literatura, naturalmente.

10/30/2011

Bored to death (Modos de ser patético)

Cada vez son menos las cosas que me interesa ver o leer. Puede sonar un poco depresivo, yo trato de no juzgarlo. No estoy segura pero creo que hubo una época en mi vida en la que me interesaba todo lo nuevo que salía: los últimos libros, las series que se estrenaban, las películas incluso antes de que llegaran al cine. Me sabía los nombres, los datos, las referencias, todo. Pero, si de verdad existió esa época, en algún momento dejó de existir. La mayoría de cosas que leo me aburre, me parece o demasiado compleja o demasiado simple. De ninguna serie me da ganas de ver más allá de la mitad del primer capítulo y si el libro o la película duran más de doscientas páginas o dos horas directamente ni quiero empezarlos.

Tengo dos respuestas para esto:
1) Crecí, afiancé mi gusto literario- audiovisual, ya no me dejo llevar por las tendencias, sé lo quiero y me concentro en eso.
2) A medida que pasa el tiempo me vuelvo cada vez más perezosa y depresiva y lo justifico a través de la respuesta uno.
Vaya a saber cuál será la verdadera, con buena suerte es una mezcla de las dos.

Sin embargo, Bored to death, no entiendo por qué, me encanta. Me dan ganas de mirar los capítulos a medida que se va estrenando la tercera temporada. De verdad, podría criticar un montón de cosas que “están mal”. Sobre los personajes, la trama, la estructura de los episodios. Ni siquiera es muy original. Es como esas personas de las que podés hacer una lista interminable de defectos, pero todavía te siguen gustando.

Jonathan Ames (nombre del protagonista que coincide con el del creador de la serie) es un escritor de novelas policiales que sale a resolver misterios para inspirarse. Nada muy novedoso, ni especial. Tiene dos amigos: un gordo casado y fracasado que se dedica a dibujar historietas donde el superhéroe es él mismo con un súper pene. Y un viejo excéntrico, adicto a la marihuana, ególatra y caprichoso. Como siempre en los detalles está todo.

Lo que tienen en común los tres personajes es que son patéticos: dicen lo que no tienen que decir, hacen lo que no tiene que hacer, cuanto más les interesa algo más se encargan de perderlo. Hay momentos geniales como cuando terminan los tres durmiendo juntos haciendo cucharita. Son situaciones inverosímiles, exageradas, llevadas al extremo.

Hay algo de este tipo de ficción (y de autoficción) que me interesa. No es una novedad para el que me conoce. El personaje autorreferencial llevado al patetismo. Lo disfruto y si me pongo muy teórica al respecto me pierdo. (Sí, ya sé, el chiste fácil sería decir que es porque yo también soy patética, y, si bien no lo niego, no creo que esté ahí la respuesta. Además no me gustan los chistes fáciles, me gustan los complejos.) Lo disfruto y ya, como cuando era chica disfrutaba las canciones de los Parchís o Get Smart. Solo que ahora es un poco apenas más sofisticado y muchísimo menos popular.

10/29/2011

El espíritu de Jim Morrison

Estuve muy enamorada de mi primer novio. No puedo negarlo. Éramos chiquitos y cuando nos separamos pensé que se había terminado el mundo. No sé si fue al que más quise (es de mal gusto elegir a uno, el amor de la vida creo que no existe) pero sí sé que nunca quise tan ingenuamente como lo quise a él. Yo tenía unos tiernos y dulces dieciséis años.
Él, llamemoslo M. que era como se llamaba, en aquella época era fanático de Jim Morrison. M. escuchaba a los Doors e imaginaba que él, en otra vida posible, era Jim Morrison. Muy adolescente, como éramos. Por suerte después uno crece y deja de hacer esas cosas, ¿no?
Pasó tanto tiempo que yo, de verdad, ya no me acuerdo si me gustaban los Doors antes de conocerlo o me empezaron a gustar por él. Da igual. Digamos que fue por él, para hacerlo más romántico. (Aunque creo que fue desde antes y hablando de esas cosas y por esas coincidencias mágico-juveniles empezamos a involucrarnos.)
De lo que sí me acuerdo es que yo tenía un cassette (cuando digo estas cosas me doy cuenta de que soy una señora mayor) que siempre se trababa cuando sonaba The End. Y yo, que leía a William Blake y todo eso de las puertas de la percepción, estaba convencida de que el espíritu de Jim Morrison era el responsable de manipular la cinta.
Después vino el CD y se me fueron los miedos.
The end.

10/24/2011

La lluvia

Tengo ganas de hablar de la lluvia sin que eso signifique otra cosa. Quiero decir, que eso no tenga ningún subtexto, ni ninguna reflexión, ni ninguna interpretación metafórica.

La lluvia como líquido que viene del cielo por algún fenómeno natural que estudié en la escuela que tenía que ver con agua que se condensaba en nubes y después chocaba y entonces caía.

La lluvia es alegre cuando en I’m singing in the rain, Gene Kelly la baila y canta porque está enamorado y no le importa lo que pase en el mundo real.

La lluvia es cínica cuando la misma canción la cantan en La naranja mecánica, pero para torturar y violar.

La lluvia limpia de pecados al mundo cuando cae el diluvio universal.

Pero hoy llovió, llovió y llovió. Y solo significó eso: lluvia.

10/16/2011

Relaciones textuales

El otro día un profesor comentaba que hace años, cuando Vargas Llosa y García Marquez estaban de visita en la ciudad, existía la leyenda que mientras el primero se iba a dormir temprano para levantarse a escribir, el segundo se iba de fiesta todas las noches hasta las siete de la mañana. Esto me hizo acordar a un reportaje (que vi hace mucho) a Onetti en donde él se comparaba también con Vargas Llosa en su relación con la escritura. Decía que para él la escritura era una amante, para el otro, una esposa.

La gente empieza a psicoanalizarse por distintos motivos. Desde cosas horrorosas como una muerte, una enfermedad terminal o una violación hasta cuestiones más simples (pero no por eso menos dolorosas) como una relación conflictiva con una pareja o los padres o los hijos o un problema laboral. En mi caso, yo empecé a psicoanalizarme para entender mi relación con la escritura.

Llegué el primer día al consultorio al lado del Parque Centenario, me senté en el sillón que estaba cubierto con una especie de pañuelo hindú (todos los psicoanalistas cubren sus sillones supongo que para evitar el desgaste del tapizado) y él se sentó frente a mí. Y ahí comencé a contarle, al que iba a ser mi psicoanalista por muchos años, que yo quería escribir, que era lo que más deseaba en el mundo, pero que no podía, que no me salía. Que estaba obsesionada con la idea de Barthes de que el placer que provoca escribir un texto luego se traslada al placer del que lo lee, por lo que yo intuía que las sensaciones que tenía una persona en el momento de escribir luego se sentían en el texto. Y que cada vez que yo me disponía a escribir sentía una mezcla de repulsión, aburrimiento, discapacidad y melancolía. Y que cuando lograba vencer todo eso y escribía, cada palabra me parecía que estaba mal y que estaba perdiendo el tiempo. Pero no porque hubiera tenido que estar haciendo cosas productivas como plantar semillas o luchar a favor de los derechos humanos, sino porque tendría que haber escrito un texto que estuviera bien en lugar de ese. Y sintiendo placer, además. Había probado el método que se recomienda en estos casos: escribir una hora por día en horario fijo. Un consejo que se da también para la constipación: coma mucha verdura y siéntese en el inodoro todos los días a la misma hora por más que no tenga ganas de evacuar los intestinos. Y, si bien para el estreñimiento funciona, no me resultaba para la escritura.

Es decir, el deber ser del esposo no me funcionaba. Y el puro placer del amante no me sucedía. ¿Qué se hacía en estos casos?

Muchos años hablamos con mi analista de este tema. También es cierto que fue importante en mi vida en cosas más reales y concretas como la muerte de mi mamá o la separación después de estar nueve años en pareja, ambos sucesos con menos de seis meses de diferencia. Tampoco es que mi vida sea un devenir de preguntas y angustias literarias, no se crean. Me acuerdo que lo llamé al celular llorando y me dijo: yo estoy. Qué frase mágica para ese momento. Sí, es verdad que también fue una buena estrategia para dejarme tranquila y que no lo jodiera el fin de semana. Pero no le quita fuerza, al contrario, confirma el poder de las palabras.

Mi papá decía tres cosas: "si uno quiere ser pintor, pinta", "copiame en lo bueno, no en lo malo", "cuando me muera ya vas a decir: papá, tenía razón". El otro día hablaba con D. y me encontré diciéndole: porque si uno quiere ser pintor, pinta. El horror, el horror... Y encima me estaba copiando de lo malo. Cuando me quejo por algo y le digo a mi analista: ¡pero es difícil!, él me responde: ¿y qué quiere?, ¿que sea fácil?

Si uno quiere ser escritor, escribe, aunque no necesariamente eso es algo fácil, cómodo o dado.

Ah! perdón me desvié demasiado. Igual, si alguien está esperando una conclusión con respecto a la escritura como amante o como esposo, le tengo malas noticias. No tengo idea cómo funciona en mi caso. Algo que se me ocurre ahora es que es muy masculino esto de disociar las cosas: la madre o la puta. Yo prefiero la combinación en todos los órdenes de la vida: que mi marido sea un poco mi amante o que mi amante sea un poco mi marido. Sí, ya sé, eso es imposible. Lo siento, no es mi culpa. Si quieren una solución posible, les paso el teléfono de mi analista.

10/15/2011

La paciencia

Hoy hablé con una amiga por Skype y me contó de una situación familiar y me dijo que no sabía cómo manejarla. Era difícil darle un consejo. Solo podía decirle que tuviera paciencia, pero no sabía si era una buena recomendación. Entonces busqué la palabra en la RAE.

Las cuatro primeras definiciones son:
1. f. Capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse.
2. f. Capacidad para hacer cosas pesadas o minuciosas.
3. f. Facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho.
4. f. Lentitud para hacer algo.

Definiciones tan contradictorias me llevaron a preguntarme si la paciencia es una virtud o una enfermedad. Quiero decir, si me guío por la 3, supongo que es algo bueno para el temple humano. Pero, si me dejo llevar por la 1, es evidente que se trata de una patología.

Después seguí pensando. Tal vez, la paciencia era lo más sabio que le podía recomendar. Pero también lo más hipócrita, dado que es una facultad o un defecto del que no tengo el placer -o la desdicha- de gozar. Más bien tiendo a ser precipitada y a querer resoluciones (positivas o no) lo más inmediatas posibles. Por eso, como no sabía si esto era algo bueno o algo malo y quería dar un buen consejo, lo busqué en la RAE. Y solo sumé confusión. Luego fui al Diccionario panhispánico de dudas. Pero no estaba. Parece que ni ahí lo saben.

Agotada por la falta de respuestas, me acordé del disco de uno de mis grandes ídolos, Adrián Cayetano Paoletti, que se llama así, Paciencia. Y descubrí que se puede escuchar aquí. Es un disco que creo me habían regalado para ¿una navidad? Puede ser, no me acuerdo. Y me puse a escucharlo. Y acá estoy, escuchándolo, perdiendo la paciencia de preguntarme por la paciencia, pero disfrutando de la música.

9/25/2011

Primer día de clases

Fui a una escuela que se llamaba "Estados Unidos de América" y que quedaba en San Martín, provincia de Buenos Aires. Nunca entendí de dónde venía ese nombre, pero nunca lo averigué tampoco. Era una escuela pública y, en su momento, todos decían que era la mejor. Se caracterizaba por su exigencia y porque a los repetidores los echaban. En el año 82, cuando yo empecé, conservaba mucho de la época de la dictadura y los chicos que iban eran hijos de una clase media con pretensiones de vaya saber qué, considerando que todos eran unos pobres tipos del conurbano bonaerense. Los valores principales que fomentaba la escuela eran la competencia y la envidia y mantener las apariencias por sobre cualquier otra cosa.

A mí no me habían mandado ni al jardín de infantes, ni al preescolar. "Para tenerte más tiempo en casa" creo que me respondió una vez mi mamá, cuando le pregunté el por qué. Yo era una nena mimada que no sabía hablar porque no necesitaba saber hablar porque siempre me entendían. Una nena que inventaba palabras y todos en casa se lo festejaban como si fuera algo genial y especial.

Así que la primera vez que aprendí que no era ni genial, ni especial fue el primer día de primer grado. Todavía me lo acuerdo. Me sentaron en un banco con un niño rubio y malvado que se llamaba Carlitos que me mostraba una tijera y me decía que me iba a cortar. Y yo miraba aterrada a ese monstruo con el cual no sabía cómo comunicarme.

Estoy convencida de que ese día fue definitivo para mi vida. Ahí empecé a enfrentarme con el mundo verdadero. Con el guardapolvo blanco, las trencitas, sentada al lado de Carlitos, rígida, dura, derechita, aterrada. Mi mamá y mi hermana me miraban por la ventana. La maestra era una gorda divina, Alicia, que a los meses decía "Melania tiene mejor letra que la maestra". Siempre tuve tendencia a ser la mejor alumna, pero eso está bastante lejos de saber vivir en el mundo.

Pasó toda la escuela primaria y secundaria sin que yo aprendiera a hablar. Recién en la universidad, empecé a comunicarme con mis compañeros, pero jamás decía cosas en clase. Tenía pánico a equivocarme. Tuve que llegar a las clases de guion para empezar a hacer una alumna insoportable que participa todo el tiempo. Y entender que podía decir cosas y equivocarme y que no pasaba nada. Patricio se burla y dice que justo me fui a desquitar en sus clases.

Ahora, cuando mucha gente que me conoce piensa que soy súper sociable y que me atrevo a cualquier cosa, yo me divierto mucho. En estos días pienso mucho en esa niña rígida y mimada sentadita el primer día de clases en un colegio que no tenía nada que ver con lo que yo querría después para mi vida. Esa niña que fui y de la que no me siento muy orgullosa y a la que todavía trato de moldear a mi gusto. Y por estos días también siento que la moldeé de un modo que cada vez me gusta más. Está bastante bien lo que hice con ella. Igual, todavía me cuesta explicarle que las palabras que inventa no son geniales, ni especiales, que tiene que aprender a comunicarse con Carlitos y que no tiene que tener miedo a equivocarse. Pero aunque me dé trabajo, la voy a recordar con cariño mañana lunes.

El otro día una persona me dijo que teníamos que concentrarnos en el futuro y dejar el pasado. Yo no sé si estoy de acuerdo. De verdad, en principio, no tengo idea de qué es lo que debemos hacer. Como siempre, no hay fórmulas. Yo, por mi parte, quiero que el futuro me sorprenda y poder surfear lo que venga, sea bueno o sea malo. Y al pasado me gusta acomodarlo, seleccionar qué guardar y qué tirar y encontrarle un sentido. El fururo es vida. El pasado, literatura.

9/04/2011

Top five ecléctico de canciones sobre llanto

Septiembre, por alegría o por tristeza, es un mes excelente para llorar.

Quería escribir algo maravilloso sobre el llanto pero cómo superar la poesía de Wikipedia que nos cuenta que es un fenómeno secretomotor complejo y que, en promedio, los hombres lloran una vez por mes y las mujeres al menos cinco veces por mes, especialmente antes y durante la menstruación, cuando el llanto puede tener lugar hasta cinco veces más que normal, a menudo sin razones obvias como la depresión o tristeza.

Además, Wikipedia asegura que las lágrimas producidas durante el llanto emocionado tienen una composición química que difiere de otros tipos de lágrima. Están compuestas de cantidades más altas de las hormonas prolactina, adrenocorticotropa, leu-enkefalino y los elementos potasio y manganeso.

Y vos, ¿cuánto potasio, manganeso, prolactina, adrenocorticotropa y leu-enkefalino tenés?

Mejor, vamos al top five. Cortázar dice que la duración media del llanto es de tres minutos. Casi como el de una canción, pienso yo.

1) Roy Orbison- Crying
2) Lee Hazlewood- My baby cried all night long
3) Yo La Tengo- The One To Cry
4) The Cure- Boys Don't Cry
5) Guns N' Roses- Don't Cry

8/26/2011

Happy Soup de Baxter Dury, un discazo increíble, aunque el mundo no esté gobernado por mis amigos

La historia empieza más o menos así: un amigo me cuenta que en este momento lo que está de moda en Inglaterra es Baxter Dury. No lo dudo un segundo (sé que va a ser bueno por quien lo recomienda) y me dispongo a escuchar Happy Soup, el disco salió hace unos días, creo. Me encanta, lo escucho todo el día.

Mi amigo insiste en que ahora Baxter Dury está muy de moda en Inglaterra. Hablamos del padre, Ian Dury. De Sex and Drugs and Rock and Roll. Sexo, drogas y rock and roll es todo lo que mi cerebro y mi cuerpo necesitan, dice la canción, decimos, y hablamos sobre la frase.

Volviendo a Baxter Dury. Yo no sé si es tan famoso en este momento porque no estoy allá. Yo le digo que el concepto de famoso entre la gente que me rodea es ridículo, Ponele, ninguno de mis amigos votó a Macri, de hecho, todos lo detestan, y ganó. Y yo no conozco a nadie que lo haya votado. Así que desconfío del concepto de "famoso" que él me dice. Le digo que el pequeño mundo en el que nos movemos tiende más a la burbuja del fracaso que a la fama. Me dice que soy una tarada.

Aunque, de verdad, yo calculo que Baxter Dury debe ser famoso para un grupito. De gente linda y querible. E inglesa.

Yo, por mi parte, no dejo de escuchar este tema:

8/21/2011

Una observación sobre el sexo en el siglo XXI

No soy Carrie Bradshaw, en principio, porque no sé caminar con tacos llevándome al mundo por delante, y porque prefiero grandes cantidades de cerveza a los glamorosos Cosmopolitans, entre otros detalles. Sin embargo, quería hacer una observación sobre el sexo en la ciudad.

¿Se acuerdan que existió una época en que los hombres eran caracterizados como los seres que les mentían a las mujeres solo porque querían tener relaciones sexuales con ellas? Bueno, eso no existe más.

Ahora lo que tiende a pasar es lo siguiente: las mujeres insisten para tener sexo. Por mensaje de texto, por facebook, por mail, piden, casi al borde de la desesperación, que se las garchen. Así, explícitamente, en versiones cachondas y directas. Y los muchachos, que no vamos a negar que se sienten halagados al respecto, (y se sonríen cuando lo cuentan entre agrandados y desconcertados), prefieren jugar a la play con los amigos, tomarse una chocolatada, fumarse un porro, deprimirse solos en casa o practicar algún deporte. Y, finalmente, se deciden a estar excitados justo cuando la que les mandó el mensaje consiguió a otro para pasar esa noche.

Yo no juzgo a nadie (y, según pasan los años, cada vez menos). Por supuesto, celebro la liberación femenina y la defiendo a morir. ¡A las mujeres les gusta tener sexo, vaya novedad! Me niego a ser conservadora. Pero, para ser sincera, a veces me preocupa un toque, porque, como todos sabemos, la sexualidad responde al juego de la oferta y la demanda. Les aseguro que a mí me encantaría que la sexualidad fuera socialista y estuviera repartida y garantizada para todos por partes iguales. Pero, no, una vez más, la injusticia de la naturaleza humana hace que la sexualidad no esté equitativamente distribuida, lo que hace todo una verdadera complicación.

En fin, que parece que los hombres quieren mentir, pero ya no saben con qué propósito hacerlo. Y las chicas están muy guerreras, pero, en realidad, parece que, al final, se angustian porque quieren demostrar algo, pero después no se lo bancan, y terminan preguntándose (cual doncellas engañadas en el siglo XIX) para qué me pidió el celular si después no me llamó, cuando yo estaba dispuesta a entregarle todos los agujeros de mi cuerpo y se lo dije. No sé, es demasiado complejo, un bajón. No me voy a poner a analizarlo ahora, y mucho menos con el sueño que tengo.

La sexualidad humana es complicadísima. Es así, imposible de simplificar.

8/17/2011

La publicidad, Herman Dune, la Estrella Damm y los huevos fritos

Todo esto que viene a continuación es solo a efectos de recomendar fervientemente a Herman Dune.

Herman Dune: dúo de franceses que cantan en inglés que uno es suizo que eran un trío que el tercero era el hermano del que ahora es el principal (un solista encubierto que tiene un dúo) que el nombre es el apellido de los hermanos o algo así. Vieron cómo es esto de la música.

Herman Dune: a mí me hacen acordar mucho a Jonathan Richman.

Jonathan Richman: cantante de los Modern Lovers. Para los que no saben de música, pero sí de películas, Jonathan Richman: cantante de Loco por Mary que es asesinado en el final de la película.

Más simple: escuchen el último disco de Herman Dune que se llama Strange Moosic. Detalle de color: el video del primer tema del disco, “Tell me something I don’t know” está protagonizado por el mismísimo Don Draper.



El temazo de Herman Dune parece que es: “I wish i could see you soon” (que tiene unos años ya). Según me entero es el tema que eligió Estrella Damm (cerveza catalana) para la última publicidad. Algo así como las canciones que elige Quilmes cuando llega el verano. O sea, despreciable. Pero, no sé si es porque que estoy en invierno, porque añoro las Estrella Damm (que ya sabemos que según los catalanes no es una buena cerveza, pero yo las añoro igual) o porque no la tengo que escuchar cada vez que prendo un televisor, la cosa es que me enamoro de la canción. Y la escucho mucho.

Todo lo que viene ahora es completamente personal, es decir, pueden dejar de leer y e ir a escuchar a Herman Dune.

Entonces veo la foto del dúo de Herman Dune y me digo: a este de barba yo lo conozco. Y googleo no sé exactamente qué. Google nos permite entender nuestros pensamientos. Bueno, y me doy cuenta de que no lo conozco a él sino a su hermano, al que dejó la banda. Resulta que el que dejó la banda se hace llamar Staley Brinks y yo lo vi en el Heliogabal una noche de enero que hacía mucho frío y que yo estaba muy enferma y me cansé de estar en la cama y me levanté a las nueve de la noche y me fui sola al Heliogabal y estaba en un rincón llena de mocos y me reía mucho de mí misma en ese momento por lo ridícula que era.Entonces estaba sola sonándome la nariz todo el tiempo y riéndome sola de la situación. Patético y adorable.

Me gusta mi recuerdo, aunque es muy personal, por eso les dije que dejaran de leer y se fueran a escuchar Herman Dune.

Entonces, entre nostalgia y futuro, busco la famosa publicidad de Estrella Damm. Y es eso, una publicidad, como la de Quilmes, ponele. Con una chica linda y un chico lindo que hacen cosas divertidas de verano, porque, como todos sabemos, a la gente linda le pasan cosas divertidísimas. Pero en el final no va que el pibe hace un par de huevos fritos que me agarra un antojo terrible que me muero de ganas de comer huevos fritos (dicho sea de paso, la última vez que comí huevos fritos fue en Madrid, es decir, hace once meses) y ahora tengo un antojo que no puedo más. Qué ganas de comer huevos fritos!



Bueno, por hoy, solo me queda el consuelo de escuchar al dúo que es un solista de Herman Dune y sus canciones e imaginar un mundo de publicidad. Me despido cantando: There's no way to say and there is nothing I can do…

8/07/2011

Las voces, no las ideas, que bullen en la cabeza

Después de tantos días de frío, el sol de hoy se veía más disfrutable. Tenía muchas cosas para hacer (como siempre, como todos) de acá, de allá, cosas que me gustan más, cosas que me gustan menos, pero decidí no hacer nada que, en principio, pareciera relevante y poner mi mente al sol, tal como dice la canción de El niño gusano que abrió este blog.

En mi plan de improductividad garantizada, y al rato de estar al sol, fui a buscar un libro. Elegí uno que había comprado el año pasado no me acuerdo por qué motivo (seguramente, alguna reseña que leí o algún comentario que me dijeron o porque es famoso) Lo bueno (siguiendo la lógica autoimpuesta del día) era que no tenía una utilidad inmediata (como una lectura para una clase, o sobre un tema que estoy investigando, o sobre algo que quiero escribir, etc) El libro del que hablo se llama El curioso incidente del perro a medianoche y es de Mark Haddon. La historia trata de Christopher, un chico de 15 años, autista o algo así, que se obsesiona con investigar la muerte del perro de la vecina. La historia está contada por él, desde su perspectiva, y además de ser dulce, triste y tener unas reflexiones brillantes, tiene un trama que te mantiene atrapadísimo. El libro tiene un tono de comedia melancólica independiente, género que ya asumí como mi preferido.
Christopher ama las matématicas porque le dan orden y seguridad, odia el color amarillo, pero le gusta el rojo, solo sabe decir la verdad (él dice que según su madre lo hace porque es bueno, pero según él lo hace porque no sabe mentir, y porque la mentira lo confunde y le da miedo) y cuando está asustado (o si lo tocan) le pega a la gente o piensa en ecuaciones de segundo grado para calmarse.
Es de esos libros que me hubiese gustado escribir a mí.

Lo terminé de una sentada. Bueno, no exactamente de una sentada porque el sol bajó y empezó a hacer frío, entonces, seguí leyendo al lado de la estufa. Y después busqué más sobre el escritor y encontré este reportaje. Y ahora lo comparto porque también me gustó. Y como estoy con el tema de eliminar las ideas en el momento de escribir (sí, esta última frase puede ser un poco críptica, perdón, no tengo ganas de explicarla) quedé más copada aún con la respuesta que eligieron para titular la nota: "Estoy atento a las voces, no a las ideas, que bullen en mi cabeza".

(Este texto lo escribí ayer. Lo digo para los que leen demasiado literal. Ya sé que hoy estuvo bastante nublado.)

El juguete rabioso

El Ital Park fue el mejor parque de diversiones del mundo (claramente superior a Disney World o Legoland o Universal Studios Florida). Tuvo la desgracia de tener que ser clausurado y meses después cerrado definitivamente en 1990 porque, como todos recuerdan, una chica murió en el Matter Horn. Dicen que el Ital Park estaba en crisis financiera y que, por eso, no habían hecho todos los controles necesarios en el carrito que se desprendió. Y es verdad, estaban todos los juegos hechos mierda. Me acuerdo que yo había ido justo un mes antes de que lo clausuraran. Me subí a la Súper 8 volante (hasta los nombres eran geniales) y fiel a mi estilo neuro-miedoso que ya demostraba a los catorce años, le pregunté al pibito de seguridad: "¿está bien trabado esto?" "No, justo este broche funciona mal" y se rió. En principio, cualquiera pensaría que el muchacho le hacía ese chiste a todos los que le hacían ese tipo de preguntas, La típica broma del valiente al que tiene miedo, del cancherito al cobarde, como cuando alguien le tiene miedo a una cucaracha entonces va otro y la agarra con la mano, se la muestra y le dice: pero si no hace nada, ¿por qué le tenés miedo? Solo que en este caso es como si la cucaracha, un mes después de la pregunta, se hubiera devorado a un humano.

La otra noche, en una cena familiar, alguien contaba de un amigo que las noches de navidad tenía recuerdos tristes de su infancia. Específicamente, recuerdos relacionados con la pobreza. La persona en cuestión recordaba que mientras los otros recibían regalos geniales, él imaginaba juguetes y cuando abría el paquete se encontraba con un chocolate. Y parece que la realidad no es como cuenta la historia de Charly y Willy Wonka.
Ahí yo dije que, más allá del recuerdo triste de este hombre y su infancia pobre (para ser sincera yo también era bastante pobre cuando era chica) es un clásico de todos los humanos recordar el juguete que querían y no tuvieron. Yo estoy segura de que todos los que están leyendo esto se acuerdan de algo que deseaban muchísimo y que no tuvieron. Yo, por ejemplo, pocas cosas quise más en mi vida que tener una Commodore 64 y, a pesar de que rogué, nunca me la pudieron comprar.

Bueno, en ese momento, la conversación se dividió entre los que empezaron a nombrar su juguete de la infancia y los que empezaron a teorizar sobre la responsabilidad paterna en el cumplimiento de deseos de los niños y la aceptación al fracaso.

Ahora que lo pienso mejor, también hubo cosas que deseé muchísimo en mi niñez y que las tuve y que me hicieron muy feliz. Por ejemplo una mañana de Reyes en la que me encontré con un disco de los Parchís que quería y quería y la felicidad de abrir el envolotorio y verlo es inolvidable. Y también quise mucho el juego Operación y cuando lo tuve, no me gustó y me dejó de interesar.

Lo que quiero decir con todo esto es que después de la conversación me dieron ganas de escribir un texto y decir algo sobre el deseo. De verdad, creo que si uno piensa su deseo en relación con sus juguetes, con los que tuvo y los que no tuvo, puede darse cuenta de algo interesante sobre sí mismo. Por ejemplo, de lo que me di cuenta yo es que, en este momento de mi vida, no estoy en condiciones de asegurar nada. A veces, lo tuve y fui feliz, a veces, lo tuve y me dejó de interesar, a veces, no lo tuve y lo deseé más y a veces, no lo tuve y pude aceptarlo. Sé que parece un poco relativo y vago lo que digo, pero, para una persona que le gusta tener su vida bajo control e intenta aceptar que eso no es posible, es un hallazgo maravillloso. El deseo se resiste a teorías y a afirmaciones.

Ah! el Ital Park. Cómo entraba el Ital Park en todo esto. Bueno, al finalizar la conversación familiar, recordé la historia más triste de mi infancia: mi cumpleaños número ocho. Teníamos planeado ir al Ital Park, que era el lugar que más me gustaba en el mundo. Pero ese 15 de abril amaneció nublado. Y yo quería ir igual, aunque estuviera nublado, y lloraba y decía que quería ir. Y mis padres me decían que estaba por llover y que no podíamos ir si llovía. Y yo seguía llorando. Y me puse en nena caprichosa, entonces, encima, me retaron. Y sufrí mucho. Y, la verdad, no tengo mucho más para decir al respecto. Fue triste. Eso.

2/15/2011

Anti San Valentín en el CCCB

En lo personal , no soy ni Pro San Valentín, ni Anti San Valentín. Nunca festejé el día, no por odio o soledad, sino por desinterés. Por supuesto, siempre fui, soy y seré Pro Amor, el estado más maravilloso que puede vivir un ser humano. Pero, además, como sigo siendo una obsesiva de la representación del amor, no quería perderme el Anti San Valentín en el CCCB. Así que allí fui:

Voy al Anti San Valentín en el CCCB. Es de 19.30 a 22.30. Se propone como contracultural y con mucho humor. Hay muchísima gente, mucha cerveza. Y todo lo que viene después es altamente disfrutable y divertido.

Cuando llego, ya empezó. La presentadora está diciendo una versión porno de Me gustas cuando callas. Luego da a paso a un chico (que vi el otro día como cantante de una banda de rock). Se parece a Elijah Wood. Él habla en catalán. Va a decir un poema, pero lo hace de distintas maneras: empieza a mover los labios sin pronunciar sonido. Se tira al piso, hace lagartijas diciendo el poema, se pone guantes de látex, los pone en el micrófono, se lo pone en la boca, y sigue diciendo el poema. Termina golpeándose fuerte el pecho con el micrófono al pronunciar las últimas estrofas.

Vuelve la presentadora entre persona y persona. Después pasan: una chica que se nota que está muy nerviosa (parece que está exorcizando alguna historia de desamor arriba del escenario). Varios de los que suben hablan en catalán y hacen referencia a canciones, poemas o personas de la cultura de acá, así que me doy cuenta de que se están burlando de algo, pero no entiendo el chiste.

Pasa un chico del que me encanta su actitud, tiene nombre griego, habla bajito, dice que con un piano delante es más fácil, porque lo tapa. Comenta ese momento previo a que el amante va a dejar a su amado. La desesperación y la idealización. La pregunta patética del final: “pero, por lo menos, ¿me quisiste un poquito?” Y canta a capella una canción de Magnetic Fields que trata de lo mismo. Uno de los mejores de la noche.

Pasa alguien que lee mi poema preferido de Fogwill: Llamado por los malos poetas. En un ataque de nacionalismo (y de buena literatura, por supuesto), juro que me dan escalofríos continuos. Después hace una lectura excelente de “Como yo te amo”. Yo no conozco o no recuerdo la canción, pero me doy cuenta, por la reacción de la gente, de que se debe de tratar de algo popular. Así que retengo algunos versos en mi memoria, para luego googlearlo y enterarme de que se trata de una canción que canta Raphael. El ímpetu con el que pronuncian “yo” (tanto el poeta como Raphael) me hacen pensar en que es un ejemplo hermoso de que el amor romántico (en donde se aseguran cosas como: “nadie te amará como yo te amo”) no es más que narcisismo y onanismo mental.

Hay una performace de Eloy Fernández Porta (el único de la noche que sé quién es) en donde mezcla video y texto. Fernández Porta tiene dos libros que yo conozco: Afterpop y Eros. Además también conozco al dúo Fernández -Fernández que forma con el escritor Agustín Fernández Mallo.

Pasa una pareja. Son un matrimonio, dicen. Se dan un pico. Ella empieza a leer un texto y en la mitad cuanta sus diez amores homosexuales de manera bastante guarra. Generan cierto suspenso, es interesante. Pero no lo resuelven. Después él lee un poema deliberadamente cursi dedicado a ella y la llama: mi marido. Yo cuando era chica me preguntaba si un hombre que quería ser mujer y una mujer que quería ser hombre no se podrían enamorar y ser una pareja homosexual heterosexual. Algo así parece que quieren representar ellos.

Después pasa un señor más grande. Muy atractivo, de traje. Y lee un poema de Bukowski del libro Mujeres, diciendo que Bukowski no es uno de sus preferidos. Me gusta su aclaración. Cuando lo escucho, descubro la causa de mi prejuicio: no me gusta la gente a la que le gusta Bukowski, pero hay que leerlo a él en lugar de dejarse llevar por la imagen de sus lectores. Tiene cosas buenas, en serio.

Llega una nueva perfomance de Anamor: Yo solo quiero amarketing. Combina canciones (la gran “Vivir así es morir de amor” de Camilo Sesto), con noticias sobre campañas de publicidad sobre San Valentín, con videos de Youtube, con la lectura de una extensa lista de casamiento, con una canción de amor hacia el Spam. Anamor es un muchacho de barba y bigote, gordito que se cambia de ropa pasando por trajes de luces y regala un paraguas al finalizar su actuación.

Ya queda poca gente, un par más que leen, la presentadora dice otro poema de amor porno lésbico en donde habla de la eyaculación femenina. El organizador sube al escenario para hacer agradecimientos. Fin del Anti San Valentín del CCCB.


Día siguiente:

Estoy un rato en casa. La tarde está horrible: fría y nubladísima. Escribo esto mientras me empacho con un postre de crema catalana (acabo de engordar un kilo como mínimo). Busco al músico griego que cantó Magnetic Fields. Se llama Euripidis Sabatis, vive en Barcelona desde el 2004, y tiene una banda: Euripidis and his tragedies. Dejo dos videos. Hay que seguir investigando.





No me gusta cómo quedó este texto. Siento que le falta “vida”. Que no deja ver todo lo que vi yo. Y además es aburrido. Voy a tratar de mejorarlo. Pero, ahora, lo subo porque ya me tengo que ir. Es más, ya me debería haber ido.

2/14/2011

Educación sentimental

5 clásicos de educación sentimental (a tono con el día de San Valentín)

1) The apartment


2) The Philadelphia Story


3) Sabrina


4) To have and have not


5) La dama y el vagabundo

2/08/2011

En el Parque del Laberinto


Dicen que no hay nada menos interesante que lo que sueñan los otros. A mí, me encanta que la gente me cuente sus sueños. De verdad. Además, yo creo que hay sueños que están buenos. Hace un año, más o menos, tuve uno genial. Soñé que descubría que cuando uno se moría iba a vivir a sus historias. El problema es que, parece que, en ese sueño, yo había escrito una novela de lucha y persecución, así que tenía que correr por “mi vida” durante toda la eternidad. Una pesadilla.

Hoy me acordé de ese sueño en el Parque del Laberinto. La cosa fue así: entro al parque y, de inmediato, me agarra ese éxtasis entre romántico y estúpido que vengo comentando desde post anteriores. Estoy sola, no veo a nadie a mi alrededor y digo: esto no es la realidad, esto es un cuentito. Hay árboles, fuentes, cascadas, esculturas. Entonces, lo primero que me viene a la mente son Teseo, Ariadna y el Minotauro. ¿Quién soy yo de esos tres personajes? ¿Ariadna? No, no me gusta ser solo la “ayudante” (que encima, después de toda la historia, parece que Teseo la abandonó y la agarró Dionoso para preñarla. Ojo, no está mal que te haga un hijo Dioniso, pero soy una aventurera, no quiero un rol tan pasivo) ¿Teseo? No, me gusta ser el héroe, pero, ¡ soy mujer! ¿El Minotauro? Dada las dos respuestas anteriores supongo que es a lo que más me acerco. De ahí, claro, enseguida me acuerdo de Borges y Cortázar. “La casa de Asterión” (¡qué cuento, por Dios! Si alguien no lo leyó, por favor, deje de leer esto y vaya a leerlo) y “Los reyes”.

Pensando en todas estas cosas, llego, por fin, al laberinto. La verdad es que es tarde, estuve caminando mucho (nunca logro levantarme temprano) y, en cualquier momento, se va a ir el sol. No veo, ni escucho a nadie. ¿Entro? Sí, claro. No debe ser tan difícil. Además, supongo que antes de cerrar deben revisar si algún turista estúpido quedó atrapado.

Empiezo a caminar, a dar vueltas. Me encanta, me siento una nena en un parque de diversiones. Me viene a la mente Let’s dance de Bowie, canción que confundo con la de Laberinto (dato del que me doy cuenta después, cuando busco el video en internet).

Pasa un rato. Me cruzo con una chica.
Ella: -Por allá no es. Bueno, no sé si buscas el centro o la salida.
Yo: -Cualquiera de las dos.
Ella: -El centro está cerca. No te des por vencida.

Camino unos minutos más y me doy cuenta de que acabo de tener unos de los diálogos más reveladores de mi vida (en lo que dice ella, en lo que respondo yo, en lo que vuelve a decir ella). Pero que, también, el sol está cayendo y ya no escucho, ni veo a nadie.

Y llega la realidad. ¡Joder! (sí, en los últimos días, pienso y hablo mechando palabras en “español” como la Chechu Roth) ¡Joder, quién me manda a meterme acá! Debe ser el laberinto más idiota del mundo, pero… yo soy la persona más desorientada del planeta! Si me pierdo cada vez que voy de Ferrán a la Plaza Real! Voy a morir acá dentro. Si yo no soy una aventurera, soy una persona miedosa, ¿para qué hago esto? Me cago en los griegos, en Borges y en Cortázar. Enferma de literatura, eso es lo que soy!!! Bueno, tengo el móvil (el celular). Teseo no tenía celular, por eso necesitaba del hilo de Ariadna, ¿no? Tranquila, tengo que quedarme tranquila. Puedo llamar a la policía de Barcelona y decirle que estoy perdida en el laberinto del Parque del Laberinto. Ok, no tengo el número de la policía de Barcelona. Puedo empezar a llamar a números al azar para que me den el número de la policía. Está todo bajo control… ¡No!, ¡voy a morir acá!, y, si bien tiene glamour morir en Barcelona, no da hacerlo en un laberinto que debe ser algo simple hasta para los niños…

Y así, encuentro la salida. Después me vuelvo a perder para encontrar la salida del parque y, una vez, para encontrar el metro.

Yo no sé si para mí el paraíso de la literatura es una pesadilla. Tampoco sé si estoy cerca del centro y no me tengo que dar por vencida. Hoy, por lo menos, encontré la salida. Voy a volver otro día, por supuesto, antes de que anochezca. Por ahí, hasta me lo encuentro a Bowie.

2/01/2011

El mar

Hace unos años escribí un cuento que se llama “Vacaciones” y que, básicamente, cuenta, en clave humorística, esas vacaciones que solía pasar (hasta el año pasado) con mi expareja y su familia. El asado, el amontonamiento, las advertencias de las señoras mayores sobre meterse en el mar cuando llueve, jugar a la paleta, irse a caminar por la orilla, sacarse fotos ridículas, mirar esos muñequitos que cambian de color para ver si al día siguiente va a llover. Eso, más o menos, hice yo durante los últimos nueve veranos de mi vida. En el cuento está todo cambiado, como siempre.

Hoy a la tarde me acordaba de un falso diálogo (digo falso porque nunca existió en la realidad) en donde la pareja del cuento habla sobre el mar. En realidad, ella le pregunta por qué se hacen metáforas con el mar, como si el mar significara siempre otra cosa y no fuera el mar mismo. Los diálogos de la pareja de mi cuento son así, un poco tontos, un poco sin sentido. Hablan de las ranas y de los postres con dulce de leche que deberían haber comprado y no compraron y después la familia se los reclama.

Pero, bueno, hoy estoy sentada frente al Mediterráneo, no con malla, sino con campera y bufanda. Y hay un sol de invierno hermoso. Y otra vez me pasa lo de octubre: que me siento frente al Mediterráneo y, de repente, puf! me explota una felicidad interna incontrolable. Y digo, la puta madre, no es una serie de Matthew Weiner , no es una película de Michael Arndt, no es una canción de David Bowie , no es un hombre hermoso (y catalán)…ni siquiera es un mar especial, ¡es el Mediterráneo! Digo, no se caracteriza por ser el más lindo, ni nada de eso.

Entonces, estoy sentada frente al Mediterráneo, inmóvil, al sol, y entrecierro los ojos y veo, por el reflejo, como unas estrellitas en el mar. Y cada vez me siento más feliz. Y digo: chau, me perdimos, no puedo ser tan pelotuda, no puedo estar mirando el reflejo del sol en el mar y sentirme plena. Inyéctenme intravenoso un poco de cinismo, ya! Dios mío, ahora voy a empezar a hablar de las cosas simples de la vida??!!! Y a encontrar señales en la naturaleza??!!! Puedo soportar cualquier cosa de mí, menos eso.

Pero la verdad es que estoy mirando las estrellitas que se forman cuando entrecerrás los ojos y mirás el reflejo del sol en el mar y me siento maravillada y plena. Entonces me pregunto: ¿qué significa este mar? ¿Qué significa el Mediterráneo? Y es ahí donde me acuerdo de mi cuento y de mi protagonista femenina que se pregunta por qué la gente siempre hace metáforas con el mar, cuando el mar, tal vez, sólo signifique eso, el mar. Y, en el cuento, él, al final, le decía (una respuesta falsa también, quiero decir, una vez más, algo que nunca sucedió en la realidad): “Aunque te resistas el mar siempre significa otra cosa”. Y no sé a cuál de los dos de mis personajes creerle.

Bueno, tampoco es muy bueno el cuento. Así que, por ahí, mejor, a ninguno.

1/24/2011

Un desorden ordenado

"Un desorden ordenado". Bien podría ser una de las mejores frases que me caracteriza. Pero no. Simplemente quiere decir que voy a hacer una lista de cosas que conocí, vi, me gustaron, me pasaron, sin demasiada explicación ni análisis al respecto. Algo así como material en bruto. Pero muy interesante. Y si a nadie le interesa (o no se entiende) por lo menos me queda un registro a mí.

Música

Conocí esta banda y me encantó.
Pelea!

Estas otras tres también están buenas aunque tengo que investigar un poco más.
Beach Beach
Thelemáticos
Los punsetes


Episodio en Apolo (o yo contra las reglas absurdas)
Vamos a Apolo, un boliche que tiene dos salas. Hay una entrada común, o, por lo menos, eso es lo que me dicen. Pagamos, subimos y nos damos cuenta de que estamos en el lugar equivocado. Entonces intentamos bajar. Un señor de seguridad nos dice: Hasta las dos y media no se puede bajar.

Probamos con la otra escalera. Otro señor de seguridad nos dice: No, hasta las dos y media no se puede salir. Pero queremos ir a la sala de abajo. Entonces, hubieran entrado a la sala de abajo. Pero pensamos que era todo el mismo lugar. Imposible, todos me dicen lo mismo, pero en la entrada te preguntan. Sí, pero a mí no me preguntaron. A todos les preguntan. ¿Por qué te mentiría, si yo quiero ir a la de abajo? Hasta las dos y media no se puede. Por favor, no me hagas esto. Yo no te hago nada, son las reglas. Pero son reglas que no tienen sentido. Son las reglas. Y si bajo, ¿qué pasa? Vas a tener que volver a pagar la entrada.
Me peleo un rato más y desisto porque la mala onda del seguridad está llegando al extremo. Y la mía también. Nos apartamos y vemos cómo alguien le va a hablar con el mismo problema.

Entonces cambio un poco la estrategia y avanzo contra el primer seguridad de la otra escalera.
Disculpame que te vuelva a molestar, pero yo estas reglas no las entiendo, yo pagué por entrar a otro lugar. Las reglas no las hice yo. Yo te entiendo perfectamente, pero vos entendeme que yo pagué por estar en la sala de abajo. Pero es cómo cuando vas al cine, ¿tú no miras qué película vas a entrar a mirar? Me encanta tu ejemplo del cine y precisamente demuestra que yo tengo razón, si estoy entrando a la sala del cine a ver la película equivocada me van a avisar. Pero aquí hay carteles, ¿no lees los carteles? Yo te digo que en el cine no me obligan a ver una película, si pagué la entrada para ver otra: yo entré a ver una de Disney y me están haciendo ver una de terror.

Creo que con esa frase lo convencí. Y mientras otros grupos de “despitados” seguían preguntando cómo bajar, a nosotros nos dejaron pasar a la sala dos.
Una nueva batalla ganada contra las reglas absurdas del mundo.

Además
Me siento Narda Lepes cada vez que voy a la Boquería; un reencuentro inesperado; leer un poco del nuevo de Aira parada en La Central fue una experiencia extraña; Mariscal en La Pedrera; el CCCB; el MACBA justo no está mostrando la colección permanente; en el Teleferic me sentí como en el Ital Park; investigando un poco más sobre Afterpop; vi Scott Pilgrim; volví a ver Trainspotting; empecé a ver la sexta temporada de How I Met Your Mother y lo que más me impactó fue: ¿qué le pasó a Jason Segel?!!!

De todo esto algo va a salir. Creo.

1/20/2011

Barcelona

Hace meses, Juan Sklar me reveló, entre otras grandes y sabias verdades sobre la vida, que el levante en el extranjero es tan excitante por tres motivos:
1) como no local, sumás como mínimo dos puntos (es decir, sos más atractivo/a por "exótico/a")
2) como estás de viaje tenés una energía especial, sin preocupaciones, ni complicaciones y eso también te suma
3) al ser un mundo desconocido, te cuesta más sacarle la ficha a tu partenaire y puede volverse atractivo alguien al que, en tu tierra, no le hablarías por más de cinco minutos (este sería como el punto uno pero a la inversa)

De alguna forma esto último es extensivo a los programas de televisión, las bandas de música, los lugares para salir. Y cuando alguien es tan prejuicioso como yo la cosa se complica. En principio porque me cuesta mucho encontrar un marco de referencia. Estoy enamorada de Barcelona con uno de esos amores a los que no podés explicar, o, mejor dicho, con uno de esos amores a los que le podés dar muchas razones pero te das cuenta de que se trata de una racionalización mentirosa o incompleta. Y no se trata de estar de vacaciones, ni de joda. De hecho estoy muy enferma, triste y viviendo una historia que se volvió melodramática muy a mi pesar. Ojo, es verdad que puedo nombrar muchas cosas buenas, pero insisto, las razones, tanto las buenas como las malas, no alcanzan.

El punto es que perdí absoluta objetividad. Como le decía el otro día al responsable de mi gripe cuando me explicaba algo sobre un edificio: me podés hablar de ese palo de luz o de ese tacho de basura que te voy a decir como una tarada, ¡qué lindo! (Además estoy cursi como nunca: pensando grandes verdades sobre la vida, hablando de dejarse llevar por la felicidad y ese tipo de ridiculeces, me falta citar a El principito o cosas por el estilo y ya estamos. Pero ese es otro capítulo)

Igual, me dan ganas de entender (es más fuerte que yo, no me puedo entregar sólo a disfrutar, tengo que entender también, me odio) y entonces utilizo de forma inevitable lo que aparece siempre en estos casos: la comparación. De esta forma, empiezo a sospechar que el Heliogabal (creo que está en Gracia, si mal no recuerdo) es un localcito muy palermitano, por ejemplo. Por el tipo de ropa, la forma del marco de los anteojos, la postura de la gente, el tipo de recitales (acá: conciertos). O a suponer que Muchachada Nui (del que recomiendo altamente la sección: Mundo Viejuno) es una especie de Cha Cha Cha o Peter Capusoto y sus videos. Con las bandas se complica, porque encima tenés las que cantan en catalán y al no conocer el lugar en el que tocan, ni las otras bandas es más difícil. Quiero decir, incluso cuando en Buenos Aires no conozco una banda alcanza con que me digan que tocó en Niceto o en el Festipulenta o con Pablo Dacal o con El mató a un policía motorizado para que me dé una idea. Ojo, después la escucho, juro que la escucho, no soy todo prejuicio, pero es un marco de referencia que te permite ubicar las cosas en tu cabeza.

Entonces ahí entra en juego el rol fundamental de los locales. Porque te van explicando. El punto es, ¿y a los locales quién te los explica? En Buenos Aires si me habla de literatura un egresado de Puán o uno del Salvador o uno que es fanático de Pauls y Kohan o de Guillermo Martínez, rápidamente puedo hacerme un mapa mental de lo que me está diciendo. Incluso, si esa misma gente me habla de política o de cine, más o menos intuyo lo que me va a decir. (Sí, sí, ya sé, todas las personas son únicas e irrepetibles y todas esas cosas románticas y lindas, pero ustedes me entienden lo que quiero decir) En Buenos Aires, en diciembre conocí a un psicoanalista que al día siguiente me dijo: "es increíble cómo me conocés", por un par de cosas que yo había dicho sobre él. A lo que respondí con una sonrisa seductora, por supuesto. No le iba a empezar a decir todo esto, pobre hombre.

Es increíble cómo miramos, cómo escuchamos, cómo leemos con un marco de referencia. Sé que no revelo nada nuevo, pero no deja de ser muy fuerte experimentarlo. Y eso que no estoy en una civilización desconocida y estamos en la era de la globalización y todas esas cosas que ya sabemos. Ni estoy hablando de Medio Oriente. Igual, esa cosa entre parecida y diferente creo que la vuelve más difícil de entender. Ya sé que algunos me van a decir que disfrute sin analizarlo. A lo que yo les tengo que responder: vamos, ¿todavía no me conocen?