1/24/2011

Un desorden ordenado

"Un desorden ordenado". Bien podría ser una de las mejores frases que me caracteriza. Pero no. Simplemente quiere decir que voy a hacer una lista de cosas que conocí, vi, me gustaron, me pasaron, sin demasiada explicación ni análisis al respecto. Algo así como material en bruto. Pero muy interesante. Y si a nadie le interesa (o no se entiende) por lo menos me queda un registro a mí.

Música

Conocí esta banda y me encantó.
Pelea!

Estas otras tres también están buenas aunque tengo que investigar un poco más.
Beach Beach
Thelemáticos
Los punsetes


Episodio en Apolo (o yo contra las reglas absurdas)
Vamos a Apolo, un boliche que tiene dos salas. Hay una entrada común, o, por lo menos, eso es lo que me dicen. Pagamos, subimos y nos damos cuenta de que estamos en el lugar equivocado. Entonces intentamos bajar. Un señor de seguridad nos dice: Hasta las dos y media no se puede bajar.

Probamos con la otra escalera. Otro señor de seguridad nos dice: No, hasta las dos y media no se puede salir. Pero queremos ir a la sala de abajo. Entonces, hubieran entrado a la sala de abajo. Pero pensamos que era todo el mismo lugar. Imposible, todos me dicen lo mismo, pero en la entrada te preguntan. Sí, pero a mí no me preguntaron. A todos les preguntan. ¿Por qué te mentiría, si yo quiero ir a la de abajo? Hasta las dos y media no se puede. Por favor, no me hagas esto. Yo no te hago nada, son las reglas. Pero son reglas que no tienen sentido. Son las reglas. Y si bajo, ¿qué pasa? Vas a tener que volver a pagar la entrada.
Me peleo un rato más y desisto porque la mala onda del seguridad está llegando al extremo. Y la mía también. Nos apartamos y vemos cómo alguien le va a hablar con el mismo problema.

Entonces cambio un poco la estrategia y avanzo contra el primer seguridad de la otra escalera.
Disculpame que te vuelva a molestar, pero yo estas reglas no las entiendo, yo pagué por entrar a otro lugar. Las reglas no las hice yo. Yo te entiendo perfectamente, pero vos entendeme que yo pagué por estar en la sala de abajo. Pero es cómo cuando vas al cine, ¿tú no miras qué película vas a entrar a mirar? Me encanta tu ejemplo del cine y precisamente demuestra que yo tengo razón, si estoy entrando a la sala del cine a ver la película equivocada me van a avisar. Pero aquí hay carteles, ¿no lees los carteles? Yo te digo que en el cine no me obligan a ver una película, si pagué la entrada para ver otra: yo entré a ver una de Disney y me están haciendo ver una de terror.

Creo que con esa frase lo convencí. Y mientras otros grupos de “despitados” seguían preguntando cómo bajar, a nosotros nos dejaron pasar a la sala dos.
Una nueva batalla ganada contra las reglas absurdas del mundo.

Además
Me siento Narda Lepes cada vez que voy a la Boquería; un reencuentro inesperado; leer un poco del nuevo de Aira parada en La Central fue una experiencia extraña; Mariscal en La Pedrera; el CCCB; el MACBA justo no está mostrando la colección permanente; en el Teleferic me sentí como en el Ital Park; investigando un poco más sobre Afterpop; vi Scott Pilgrim; volví a ver Trainspotting; empecé a ver la sexta temporada de How I Met Your Mother y lo que más me impactó fue: ¿qué le pasó a Jason Segel?!!!

De todo esto algo va a salir. Creo.

1/20/2011

Barcelona

Hace meses, Juan Sklar me reveló, entre otras grandes y sabias verdades sobre la vida, que el levante en el extranjero es tan excitante por tres motivos:
1) como no local, sumás como mínimo dos puntos (es decir, sos más atractivo/a por "exótico/a")
2) como estás de viaje tenés una energía especial, sin preocupaciones, ni complicaciones y eso también te suma
3) al ser un mundo desconocido, te cuesta más sacarle la ficha a tu partenaire y puede volverse atractivo alguien al que, en tu tierra, no le hablarías por más de cinco minutos (este sería como el punto uno pero a la inversa)

De alguna forma esto último es extensivo a los programas de televisión, las bandas de música, los lugares para salir. Y cuando alguien es tan prejuicioso como yo la cosa se complica. En principio porque me cuesta mucho encontrar un marco de referencia. Estoy enamorada de Barcelona con uno de esos amores a los que no podés explicar, o, mejor dicho, con uno de esos amores a los que le podés dar muchas razones pero te das cuenta de que se trata de una racionalización mentirosa o incompleta. Y no se trata de estar de vacaciones, ni de joda. De hecho estoy muy enferma, triste y viviendo una historia que se volvió melodramática muy a mi pesar. Ojo, es verdad que puedo nombrar muchas cosas buenas, pero insisto, las razones, tanto las buenas como las malas, no alcanzan.

El punto es que perdí absoluta objetividad. Como le decía el otro día al responsable de mi gripe cuando me explicaba algo sobre un edificio: me podés hablar de ese palo de luz o de ese tacho de basura que te voy a decir como una tarada, ¡qué lindo! (Además estoy cursi como nunca: pensando grandes verdades sobre la vida, hablando de dejarse llevar por la felicidad y ese tipo de ridiculeces, me falta citar a El principito o cosas por el estilo y ya estamos. Pero ese es otro capítulo)

Igual, me dan ganas de entender (es más fuerte que yo, no me puedo entregar sólo a disfrutar, tengo que entender también, me odio) y entonces utilizo de forma inevitable lo que aparece siempre en estos casos: la comparación. De esta forma, empiezo a sospechar que el Heliogabal (creo que está en Gracia, si mal no recuerdo) es un localcito muy palermitano, por ejemplo. Por el tipo de ropa, la forma del marco de los anteojos, la postura de la gente, el tipo de recitales (acá: conciertos). O a suponer que Muchachada Nui (del que recomiendo altamente la sección: Mundo Viejuno) es una especie de Cha Cha Cha o Peter Capusoto y sus videos. Con las bandas se complica, porque encima tenés las que cantan en catalán y al no conocer el lugar en el que tocan, ni las otras bandas es más difícil. Quiero decir, incluso cuando en Buenos Aires no conozco una banda alcanza con que me digan que tocó en Niceto o en el Festipulenta o con Pablo Dacal o con El mató a un policía motorizado para que me dé una idea. Ojo, después la escucho, juro que la escucho, no soy todo prejuicio, pero es un marco de referencia que te permite ubicar las cosas en tu cabeza.

Entonces ahí entra en juego el rol fundamental de los locales. Porque te van explicando. El punto es, ¿y a los locales quién te los explica? En Buenos Aires si me habla de literatura un egresado de Puán o uno del Salvador o uno que es fanático de Pauls y Kohan o de Guillermo Martínez, rápidamente puedo hacerme un mapa mental de lo que me está diciendo. Incluso, si esa misma gente me habla de política o de cine, más o menos intuyo lo que me va a decir. (Sí, sí, ya sé, todas las personas son únicas e irrepetibles y todas esas cosas románticas y lindas, pero ustedes me entienden lo que quiero decir) En Buenos Aires, en diciembre conocí a un psicoanalista que al día siguiente me dijo: "es increíble cómo me conocés", por un par de cosas que yo había dicho sobre él. A lo que respondí con una sonrisa seductora, por supuesto. No le iba a empezar a decir todo esto, pobre hombre.

Es increíble cómo miramos, cómo escuchamos, cómo leemos con un marco de referencia. Sé que no revelo nada nuevo, pero no deja de ser muy fuerte experimentarlo. Y eso que no estoy en una civilización desconocida y estamos en la era de la globalización y todas esas cosas que ya sabemos. Ni estoy hablando de Medio Oriente. Igual, esa cosa entre parecida y diferente creo que la vuelve más difícil de entender. Ya sé que algunos me van a decir que disfrute sin analizarlo. A lo que yo les tengo que responder: vamos, ¿todavía no me conocen?