Yo sé que normalmente que alguien te cuente un sueño es un
coñazo (ay, dios, se me pegan las palabras de la madre patria). Ya lo he dicho
en este blog en alguna otra oportunidad. Lo que pasa es que ahora que mi
querido analista está tan lejos, no me queda otra que contar el contenido loco
de mi inconsciente por aquí.
El viernes a la noche soñé. Estábamos en una reunión
familiar de las de antes, de cuando yo era pequeña. Es probable que la mayoría
de la gente que estaba, en la actualidad, ya esté muerta. Estaba mi abuela, mis
padres, unos primos de mi abuela, etc, etc. Creo que era un cumpleaños.
Entonces mi abuela daba un discurso.
Antes de seguir debo aclarar que mi abuela era una de esas
personas que le daba mucha importancia a la familia. Era hija de italianos. Siempre
hablaba de “la sangre”. Gente de tu misma sangre. Lo que ella no sabía es que
la sangre siempre te traiciona. Supongo que no lo sabría porque no llegó a ver el primer capítulo
de la última temporada de los Soprano.
Mi abuela daba su discurso y empezaba diciendo que no hay
nada más importante para una mujer que ser madre. Entonces yo ahí me hinchaba
un poco las pelotas, no porque tenga nada en contra de ser madre, sino porque
me parecía medio choto su discurso sobre la maternidad. Pero…
De repente todo cambiaba de signo. Como enseña McKee que hay
que hacer en las escenas de los guiones. Y entonces mi abuela confesaba públicamente
que el que decía que era su primo, en realidad, era su hijo.
(Algo falso en el mundo real, porque ese primo que confesaba
como su hijo en mi sueño, en la realidad, tenía nueve años menos que ella)
Toda la familia se indignaba. A todos les parecía una
atrocidad. Y yo me ponía feliz. Y me daba cuenta de que era la única que se
ponía feliz. Y decía: al fin, mi abuela, dice algo interesante en su vida.
Me desperté y me reí un buen rato. En un análisis simple (y
publicable) entiendo que lo que yo valoraba y disfrutaba era el secreto familiar
revelado. Es decir: ¿vieron que en TODAS las familias siempre hay algo que se
oculta? Una especie de secreto a voces -porque todos lo saben- y todos se hacen
los boludos.
Bueno, yo celebraba (en mi sueño) que alguien contara ese secreto.
(Insisto, mi abuela no era la madre de su primo, ustedes saben que el contenido
manifiesto de los sueños nunca es lo que es.)
Mi sueño, para el que, más o menos, me conoce, es bastante
simple de analizar. Me gusta la gente que cuenta sus secretos, sus errores, sus
miserias. Y en especial, me gusta la gente que se hace cargo de todo eso. Y me
aburre la gente que solo cuenta sus méritos, sus logros, sus grandes momentos.
No porque no los celebre (me encanta que a todos nos vaya bien) sino porque lo
perfecto me parece falso. O, mejor dicho, porque lo perfecto es falso.
Fue divertido saber que en algún mundo (el de mi
inconsciente) hay alguien que contó algo que no se debe contar. Una de las
definiciones que más se acerca a lo que yo creo que es la literatura. O, como
mínimo, una de las maneras más entretenidas de pasar una fiesta familiar.
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