5/06/2013

La novela familiar del neurótico (o de la neurótica)



Yo sé que normalmente que alguien te cuente un sueño es un coñazo (ay, dios, se me pegan las palabras de la madre patria). Ya lo he dicho en este blog en alguna otra oportunidad. Lo que pasa es que ahora que mi querido analista está tan lejos, no me queda otra que contar el contenido loco de mi inconsciente por aquí.

El viernes a la noche soñé. Estábamos en una reunión familiar de las de antes, de cuando yo era pequeña. Es probable que la mayoría de la gente que estaba, en la actualidad, ya esté muerta. Estaba mi abuela, mis padres, unos primos de mi abuela, etc, etc. Creo que era un cumpleaños. Entonces mi abuela daba un discurso.

Antes de seguir debo aclarar que mi abuela era una de esas personas que le daba mucha importancia a la familia. Era hija de italianos. Siempre hablaba de “la sangre”. Gente de tu misma sangre. Lo que ella no sabía es que la sangre siempre te traiciona. Supongo que no lo sabría porque no llegó a ver el primer capítulo de la última temporada de los Soprano. 

Mi abuela daba su discurso y empezaba diciendo que no hay nada más importante para una mujer que ser madre. Entonces yo ahí me hinchaba un poco las pelotas, no porque tenga nada en contra de ser madre, sino porque me parecía medio choto su discurso sobre la maternidad. Pero…

De repente todo cambiaba de signo. Como enseña McKee que hay que hacer en las escenas de los guiones. Y entonces mi abuela confesaba públicamente que el que decía que era su primo, en realidad, era su hijo.
(Algo falso en el mundo real, porque ese primo que confesaba como su hijo en mi sueño, en la realidad, tenía nueve años menos que ella)

Toda la familia se indignaba. A todos les parecía una atrocidad. Y yo me ponía feliz. Y me daba cuenta de que era la única que se ponía feliz. Y decía: al fin, mi abuela, dice algo interesante en su vida.

Me desperté y me reí un buen rato. En un análisis simple (y publicable) entiendo que lo que yo valoraba y disfrutaba era el secreto familiar revelado. Es decir: ¿vieron que en TODAS las familias siempre hay algo que se oculta? Una especie de secreto a voces -porque todos lo saben- y todos se hacen los boludos. 

Bueno, yo celebraba (en mi sueño) que alguien contara ese secreto. (Insisto, mi abuela no era la madre de su primo, ustedes saben que el contenido manifiesto de los sueños nunca es lo que es.) 

Mi sueño, para el que, más o menos, me conoce, es bastante simple de analizar. Me gusta la gente que cuenta sus secretos, sus errores, sus miserias. Y en especial, me gusta la gente que se hace cargo de todo eso. Y me aburre la gente que solo cuenta sus méritos, sus logros, sus grandes momentos. No porque no los celebre (me encanta que a todos nos vaya bien) sino porque lo perfecto me parece falso. O, mejor dicho, porque lo perfecto es falso. 

Fue divertido saber que en algún mundo (el de mi inconsciente) hay alguien que contó algo que no se debe contar. Una de las definiciones que más se acerca a lo que yo creo que es la literatura. O, como mínimo, una de las maneras más  entretenidas de pasar una fiesta familiar.

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