2/08/2011

En el Parque del Laberinto


Dicen que no hay nada menos interesante que lo que sueñan los otros. A mí, me encanta que la gente me cuente sus sueños. De verdad. Además, yo creo que hay sueños que están buenos. Hace un año, más o menos, tuve uno genial. Soñé que descubría que cuando uno se moría iba a vivir a sus historias. El problema es que, parece que, en ese sueño, yo había escrito una novela de lucha y persecución, así que tenía que correr por “mi vida” durante toda la eternidad. Una pesadilla.

Hoy me acordé de ese sueño en el Parque del Laberinto. La cosa fue así: entro al parque y, de inmediato, me agarra ese éxtasis entre romántico y estúpido que vengo comentando desde post anteriores. Estoy sola, no veo a nadie a mi alrededor y digo: esto no es la realidad, esto es un cuentito. Hay árboles, fuentes, cascadas, esculturas. Entonces, lo primero que me viene a la mente son Teseo, Ariadna y el Minotauro. ¿Quién soy yo de esos tres personajes? ¿Ariadna? No, no me gusta ser solo la “ayudante” (que encima, después de toda la historia, parece que Teseo la abandonó y la agarró Dionoso para preñarla. Ojo, no está mal que te haga un hijo Dioniso, pero soy una aventurera, no quiero un rol tan pasivo) ¿Teseo? No, me gusta ser el héroe, pero, ¡ soy mujer! ¿El Minotauro? Dada las dos respuestas anteriores supongo que es a lo que más me acerco. De ahí, claro, enseguida me acuerdo de Borges y Cortázar. “La casa de Asterión” (¡qué cuento, por Dios! Si alguien no lo leyó, por favor, deje de leer esto y vaya a leerlo) y “Los reyes”.

Pensando en todas estas cosas, llego, por fin, al laberinto. La verdad es que es tarde, estuve caminando mucho (nunca logro levantarme temprano) y, en cualquier momento, se va a ir el sol. No veo, ni escucho a nadie. ¿Entro? Sí, claro. No debe ser tan difícil. Además, supongo que antes de cerrar deben revisar si algún turista estúpido quedó atrapado.

Empiezo a caminar, a dar vueltas. Me encanta, me siento una nena en un parque de diversiones. Me viene a la mente Let’s dance de Bowie, canción que confundo con la de Laberinto (dato del que me doy cuenta después, cuando busco el video en internet).

Pasa un rato. Me cruzo con una chica.
Ella: -Por allá no es. Bueno, no sé si buscas el centro o la salida.
Yo: -Cualquiera de las dos.
Ella: -El centro está cerca. No te des por vencida.

Camino unos minutos más y me doy cuenta de que acabo de tener unos de los diálogos más reveladores de mi vida (en lo que dice ella, en lo que respondo yo, en lo que vuelve a decir ella). Pero que, también, el sol está cayendo y ya no escucho, ni veo a nadie.

Y llega la realidad. ¡Joder! (sí, en los últimos días, pienso y hablo mechando palabras en “español” como la Chechu Roth) ¡Joder, quién me manda a meterme acá! Debe ser el laberinto más idiota del mundo, pero… yo soy la persona más desorientada del planeta! Si me pierdo cada vez que voy de Ferrán a la Plaza Real! Voy a morir acá dentro. Si yo no soy una aventurera, soy una persona miedosa, ¿para qué hago esto? Me cago en los griegos, en Borges y en Cortázar. Enferma de literatura, eso es lo que soy!!! Bueno, tengo el móvil (el celular). Teseo no tenía celular, por eso necesitaba del hilo de Ariadna, ¿no? Tranquila, tengo que quedarme tranquila. Puedo llamar a la policía de Barcelona y decirle que estoy perdida en el laberinto del Parque del Laberinto. Ok, no tengo el número de la policía de Barcelona. Puedo empezar a llamar a números al azar para que me den el número de la policía. Está todo bajo control… ¡No!, ¡voy a morir acá!, y, si bien tiene glamour morir en Barcelona, no da hacerlo en un laberinto que debe ser algo simple hasta para los niños…

Y así, encuentro la salida. Después me vuelvo a perder para encontrar la salida del parque y, una vez, para encontrar el metro.

Yo no sé si para mí el paraíso de la literatura es una pesadilla. Tampoco sé si estoy cerca del centro y no me tengo que dar por vencida. Hoy, por lo menos, encontré la salida. Voy a volver otro día, por supuesto, antes de que anochezca. Por ahí, hasta me lo encuentro a Bowie.

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