2/06/2012

El día en que le propuse casamiento a un italiano por la calle

Hay un sol increíble. O tal vez lo veo de ese modo, después del frío siberiano y la lluvia de los últimos días. O porque mi computadora ya no está rota, nuevamente la tengo sana y recuperada. En definitiva, todas las sensaciones son por contraste.

Voy camino a la universidad, así, como me siento a veces acá en Barcelona, sabia, iluminada, feliz. Estoy llegando tarde, camino rápido. A la altura del Parc de la Ciutadella, pasa una bicicleta con un chico morocho, muy lindo, nariz prominente (sí, mi fetiche, ya lo sabemos) que hace lento el pedaleo y me pregunta si sé dónde queda el paseo de Sant Joan. Si es el que yo creo, pienso, por allá, por Gracia, estás muy perdido. Sin embargo, mi boca responde algo distinto. Debe ser una de las cualidades de la felicidad, decir, sin pensar, lo primero que te pasa por la cabeza.

No tengo idea, pero podría casarme con vos y averiguarlo.

¿Quién puso esas palabras en mi boca?

El italiano (en unos momentos me voy a enterar de que es italiano) avanza un poco y frena. Tiene las zapatillas All Star, el modelo que usaba Kurt Cobain. Me río y empiezo a mirar para abajo. Sí, soy argentina, sí, me encanta esta ciudad, sí, me estoy muriendo de la vergüenza. Aunque esto último no lo digo es lo más evidente.

Él está de visita, la bicicleta se la prestó un amigo que vive acá, habla bien español porque estudió durante dos años y estuvo en Argentina en el 2009. Conoció Buenos Aires, Salta, Jujuy y Mendoza.

Llego tarde a la universidad, perdoname. No, el móvil, no. No tengo. Te voy a ser sincera, soy una persona comprometida. Perdón, cuando pasaste en la bicicleta se me escapó el pensamiento.

Mientras lo veo alejarse pienso en el chiste del viejo, ese que corre mujeres, pero que cuando las alcanza ya no se acuerda para qué las perseguía. Voy riéndome en el trayecto que va desde el cruce de esa especie de tranvía hasta la puerta de la Pompeu, en donde vuelvo a la realidad.

¿Yo de verdad hice esto hoy a la tarde? Pero, no, ¿ustedes están locos?, ¿cómo van a creerse una cosa así? Me lo imaginé, me inventé un cuentito, a partir de que un italiano hermoso me hizo una pregunta por la calle. Bueno, creo que una vez, también, le pasó a una amiga.

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