2/07/2012

Melania escritora

Me gustan muchos tipos de literatura. Tengo una formación académica muy fuerte con una clara delimitación entre lo que “es” literatura y lo que “no es” literatura. Incluso en los casos más modernos y posmodernos ese límite está marcado con rojo. Lo que se considera posmoderno para la academia (esa supuesta mezcla de lo alto y lo popular) es un constructo teórico que se alimenta de ficciones populares, pero cuyo resultado es tan impenetrable como la alta literatura (en especial, para la gente que solo consume literatura pop). No obstante, en lo personal, puedo disfrutar de esta “literatura para literatos”, incluso mucho más que de un best seller al estilo El código Da Vinci (y todo este tipo de best sellers que no leo, no porque lo considere malo ni fácil de hacer, ni ninguno de los clásicos lugares comunes, sino porque, simplemente, me aburre y no me interesa). Pero ninguna de estas dos cosas es lo que yo quiero hacer con mi escritura.

Que la forma significa ya lo dijeron hace mil años. Ya dejó de ser un descubrimiento.

En mi camino personal, como escritora, creo que hay encontrar una manera nueva de contar historias. Lo que más me interesan de las ficciones son los personajes. Le puedo perdonar todos los errores a una narración si me enamoro de sus protagonistas. No, no busco volver a la novela decimonónica. Estoy segura de que no se trata de eso. Pero me gusta que pasen cosas y entender la psicología de los personajes. Me encantan las observaciones incisivas y cuando en lugar de decírmelo me lo muestran, y, por eso, pretendo lo mismo cuando escribo.

Me gusta el humor, la aparente sencillez y cierta frivolidad. Aunque a veces me da miedo que por eso recaigan sobre mis textos lecturas reduccionistas. También supongo que eso no voy a poder controlarlo.

Si tengo que nombrar ejemplos empezaría con Hablando del asunto de Julian Barnes y Nueve cuentos de Salinger. También El curioso incidente del perro a medianoche de Mark Haddon. En español, Llamadas de Amsterdam de Juan Villoro y Los siete locos de Roberto Arlt. Hubo una época en la que no paraba de leer a César Aira. Y, de mis contemporáneos argentinos, Pedro Mairal y Fabián Casas.

Muchas veces digo que me gustaría ser la versión femenina de Nick Hornby, que no es hacer chic lit, sino, creo, todo lo contrario. Sex and the city me parece un buen libro de crónicas, pero no me interesa demasiado. De Hornby me gusta la capacidad de mostrar el comportamiento humano patético en situaciones extremas. Y la música y las listas, claro.

Tengo un particular interés en la autoficción, creo que voy a terminar fabricando un personaje de mí misma. Woody Allen es mi ejemplo preferido. Por supuesto me dan un poco de miedo las consecuencias. Me imagino un escenario kafkiano en donde se me juzga a mí por mis personajes. Pero cuando empiezo a pensar eso creo que ya me transformé en mi personaje. De hecho hasta en mi propio facebook hice un personaje de mí misma (aunque en esto no difiero del resto) en donde por lo general nunca hablo en serio y escribo cosas un poco tontas y cotidianas. Ojo, no hago una apología de la boludez. Perdón, pero me molesta la gente boluda. Una de las cualidades que más valoro (incluso de manera inconsciente) es la inteligencia. Cualquiera que conozca a mis amigos sabe que son gente híper culta, talentosa, brillante. No es que tampoco presuma de eso. Es así, no le demos más vueltas. En todo caso, mi ejercicio con FB, a veces, es un proyecto personal de escritura y tiene un objetivo: perder el miedo a mi propia estupidez. Creo que es necesario (o, por lo menos, lo es en mí) para poder crear. De alguna forma, es como para un actor desnudarse en público, no es que sea imprescindible, pero, le sirve de entrenamiento.

¿Qué quiero logar con todo esto? La respuesta no es original, pero sí genuina: que el que lea mis historias disfrute, se sienta mejor (la literatura corrige la vida) y tenga esa sensación orgásmico-intelectual que yo tengo cuando leo a otros. Generar emociones. Es más ambicioso de lo que parece.

1 comentario:

  1. ¡A mí me encanta como escribes! Definitivamente sí mueves mis emociones. Un abrazo, bonita, desde México.

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