8/07/2011

El juguete rabioso

El Ital Park fue el mejor parque de diversiones del mundo (claramente superior a Disney World o Legoland o Universal Studios Florida). Tuvo la desgracia de tener que ser clausurado y meses después cerrado definitivamente en 1990 porque, como todos recuerdan, una chica murió en el Matter Horn. Dicen que el Ital Park estaba en crisis financiera y que, por eso, no habían hecho todos los controles necesarios en el carrito que se desprendió. Y es verdad, estaban todos los juegos hechos mierda. Me acuerdo que yo había ido justo un mes antes de que lo clausuraran. Me subí a la Súper 8 volante (hasta los nombres eran geniales) y fiel a mi estilo neuro-miedoso que ya demostraba a los catorce años, le pregunté al pibito de seguridad: "¿está bien trabado esto?" "No, justo este broche funciona mal" y se rió. En principio, cualquiera pensaría que el muchacho le hacía ese chiste a todos los que le hacían ese tipo de preguntas, La típica broma del valiente al que tiene miedo, del cancherito al cobarde, como cuando alguien le tiene miedo a una cucaracha entonces va otro y la agarra con la mano, se la muestra y le dice: pero si no hace nada, ¿por qué le tenés miedo? Solo que en este caso es como si la cucaracha, un mes después de la pregunta, se hubiera devorado a un humano.

La otra noche, en una cena familiar, alguien contaba de un amigo que las noches de navidad tenía recuerdos tristes de su infancia. Específicamente, recuerdos relacionados con la pobreza. La persona en cuestión recordaba que mientras los otros recibían regalos geniales, él imaginaba juguetes y cuando abría el paquete se encontraba con un chocolate. Y parece que la realidad no es como cuenta la historia de Charly y Willy Wonka.
Ahí yo dije que, más allá del recuerdo triste de este hombre y su infancia pobre (para ser sincera yo también era bastante pobre cuando era chica) es un clásico de todos los humanos recordar el juguete que querían y no tuvieron. Yo estoy segura de que todos los que están leyendo esto se acuerdan de algo que deseaban muchísimo y que no tuvieron. Yo, por ejemplo, pocas cosas quise más en mi vida que tener una Commodore 64 y, a pesar de que rogué, nunca me la pudieron comprar.

Bueno, en ese momento, la conversación se dividió entre los que empezaron a nombrar su juguete de la infancia y los que empezaron a teorizar sobre la responsabilidad paterna en el cumplimiento de deseos de los niños y la aceptación al fracaso.

Ahora que lo pienso mejor, también hubo cosas que deseé muchísimo en mi niñez y que las tuve y que me hicieron muy feliz. Por ejemplo una mañana de Reyes en la que me encontré con un disco de los Parchís que quería y quería y la felicidad de abrir el envolotorio y verlo es inolvidable. Y también quise mucho el juego Operación y cuando lo tuve, no me gustó y me dejó de interesar.

Lo que quiero decir con todo esto es que después de la conversación me dieron ganas de escribir un texto y decir algo sobre el deseo. De verdad, creo que si uno piensa su deseo en relación con sus juguetes, con los que tuvo y los que no tuvo, puede darse cuenta de algo interesante sobre sí mismo. Por ejemplo, de lo que me di cuenta yo es que, en este momento de mi vida, no estoy en condiciones de asegurar nada. A veces, lo tuve y fui feliz, a veces, lo tuve y me dejó de interesar, a veces, no lo tuve y lo deseé más y a veces, no lo tuve y pude aceptarlo. Sé que parece un poco relativo y vago lo que digo, pero, para una persona que le gusta tener su vida bajo control e intenta aceptar que eso no es posible, es un hallazgo maravillloso. El deseo se resiste a teorías y a afirmaciones.

Ah! el Ital Park. Cómo entraba el Ital Park en todo esto. Bueno, al finalizar la conversación familiar, recordé la historia más triste de mi infancia: mi cumpleaños número ocho. Teníamos planeado ir al Ital Park, que era el lugar que más me gustaba en el mundo. Pero ese 15 de abril amaneció nublado. Y yo quería ir igual, aunque estuviera nublado, y lloraba y decía que quería ir. Y mis padres me decían que estaba por llover y que no podíamos ir si llovía. Y yo seguía llorando. Y me puse en nena caprichosa, entonces, encima, me retaron. Y sufrí mucho. Y, la verdad, no tengo mucho más para decir al respecto. Fue triste. Eso.

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