12/07/2010

Una extraña defensa de la Chic Lit

Hace unas semanas di una clase sobre chic lit. Para quien no lo sabe es ese género/subgénero que deviene de la novela "para chicas". Historias de amor y esas tonterías que leen las mujeres, que, como todos sabemos, son seres inferiores. Es probable que las tres chic lit más famosas sean: El diablo viste en Prada, El diario de Bridget Jones y Sex and the city, o, por lo menos, los tres libros más famosos que luego se adaptaron al audiovisual.

En la chic lit la protagonista suele ser una mujer treintañera, blanca, de una gran ciudad, profesional exitosa con problemas de pareja. Esos problemas pueden ser: que el hombre gane menos dinero, que la considere demasiado autosuficiente, que no la comprenda, que se sienta amenazado en su masculinidad, que elija a una buena chica que no lo vuelva tan loco, que le preste más atención a él que a otras cosas y que no le haga sombra.
En el caso de que la mujer tenga familia las características son: un marido menos exitoso profesionalmente y un debate interno ultra culposo entre los hijos y el trabajo.

Está clarísimo que eso está muy lejos de representar a “todas” las mujeres, pero también es cierto que son problemas bastante reconocibles entre las mujeres que conozco.

De todas formas, lo que me provoca cierta inquietud y me deja pensando en todo esto es el rechazo unánime de los hombres hacia la chic lit.

En lo personal nunca fui demasiado defensora del género (en todos los sentidos de la palabra). Además, para ser sincera, yo me identifico más con George Costanza que con Carrie Bradshaw (un amigo me dice que, cuando digo estas cosas, me tendrían que poner un bozal) pero, bueno, acá no estamos hablando de mí.

Este mismo amigo, que es muy inteligente, con el que me encanta discutir, me dijo: el problema es que nada que esté hecho específicamente para representar a un grupo particular (para mostrar los problemas de las mujeres, o de los gays, o de los negros) está bueno. Yo estoy completamente de acuerdo. Me hace acordar a ese famoso personaje de un programa de Tato Bores. Un negro que quería ser actor y siempre le decía a Tato: "yo soy negro, no hago de negro".

Pero también me parece que estamos formados en una cultura donde los problemas del ser humano son los problemas del hombre y los problemas de las mujeres son los problemas de las mujeres. Es decir, yo miro a Tony Soprano o a Don Draper y no tengo ningún inconveniente en identificarme con ellos. Incluso, cuando, en parte, algo del conflicto interno de estos personajes tenga que ver con la masculinidad. En cambio sí creo que un hombre tiene mucha mayor resistencia a identificarse con un personaje femenino, más allá de la calidad de la ficción. En ese sentido, defiendo la chic lit, aunque la mayoría de sus resultados finales no me gusten.

Igual, una de las mejores soluciones al problema (y acá sí vuelvo a mis gustos personales) se llama Liz Lemon. Después escribo sobre ella. Por ahora, lo único que digo es que cuando sea grande quiero ser como Tina Fey.

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